Fue una de las últimas cosas que Bernard Herrmann hizo en su vida. Esa misma noche, víspera de Navidad, luego de la agotadora jornada de grabación, el genial creador de la música de Ciudadano Kane y Psicosis no quiso salir de su hotel, no se sentía bien, y se acostó a dormir. Nunca se despertó.
Así, sin darse cuenta, un infarto se lo llevó a los sesenta y cuatro años, sin dejarle ver el estreno ni la acogida que el público le dispensó a Taxi Driver. El film fue dedicado a su memoria, y la Academia de Hollywood nominó su banda sonora póstumamente. Perdió frente a la extraordinaria música que Jerry Goldsmith creó para La Profecía.
Y Spielberg se quedaría sin poder enjugar el reproche del maestro encargándole la partitura de alguna de sus próximas películas.