Recién salido del éxito de Papillon (Franklin Schaffner, 1973), partitura por la que fue nominado al Oscar a Mejor Música Original, que perdió ante Marvin Hamlisch por Tal como éramos (The Way We Were), Goldsmith aceptó bajo la condición de que le dieran libertad absoluta para crear la que él consideraba la música adecuada para la película. Evans solo le pidió que captara la percepción de la vida del Los Ángeles de los años treinta.
Convencido de que Chinatown era una tragedia más que un thriller negro puro y duro, el compositor neoyorquino centró su trabajo en teñir el fondo musical de una sensación de fatalidad y angustia, subrayando el oscuro pasado, la muerte y la pérdida de un amor que perseguían al personaje central, el detective J.J. Gittes (Nicholson), con áridas sonoridades y disonancias en las cuerdas.
Sin perder de vista el sentido de homenaje al viejo Hollywood que le habían pedido Evans y Towne, Goldsmith dejó de lado cualquier cliché, incluido el típico recurso del leitmotiv, para componer el tema de amor que resulta ser el tema central, con un dejo estilístico que evoca la mítica melodía de Laura (Otto Preminger, 1944) de David Raksin, pero al que Goldsmith dota de matices agobiantes, tristes y sombríos, más modernos en cuanto a su estética musical, que solo se edulcoran cuando Gittes se enamora de Evelyn Mulwray (Dunaway), y vuelven a distorsionarse en una versión más áspera y perturbadora cuando descubre que lo ha engañado y la sigue, para terminar en un acelerado crescendo de la formación percusiva en el inexorable final.