
En los inicios de la década del setenta, el cineasta español Amando de Ossorio crea uno de los iconos del fantaterror ibérico, los Caballeros Templarios, muertos vivientes, ciegos y con sed de venganza, que protagonizan la ya mítica Tetralogía de los Templarios, con la actriz danesa Lone Fleming como heroína de las dos primeras entregas, La noche del terror ciego y El ataque de los muertos sin ojos. La tetralogía contaba con la música del maestro turolense Antón García Abril.
LA TETRALOGÍA DE LOS TEMPLARIOS (1972 – 1975)
La noche del terror ciego – El ataque de los muertos sin ojos – El buque maldito – La noche de las gaviotas
Antón García Abril: Música para unos monjes sedientos de sangre
por Eduardo J. Manola

En los años setenta, un subgénero típicamente español denominado “Fantaterror” luchó a capa y espada contra los escasísimos presupuestos y la censura del régimen franquista, configurándose como una tabla de salvación de la alicaída industria cinematográfica ibérica de entonces, con una estética que bebía de la impuesta por la venerada Hammer británica a partir del ocaso de la década de los cincuenta. Producciones de la Casa del Martillo dirigidas por Terence Fisher como Drácula (1958) o La maldición de Frankenstein (1957), eran modélicas para los cineastas españoles ávidos de romper moldes y rebelarse contra las restricciones y tabúes de la época.
Las aterradoras figuras de los templarios, viejos guerreros medievales devenidos en monjes momificados sedientos de sangre, resucitando de sus tumbas ubicadas en el camposanto de la Abadía de Berzano, un pueblo ficticio enclavado entre España y Portugal y perdido en el tiempo y el espacio de la Europa más profunda, fueron un verdadero hallazgo estético del director coruñés Amando de Ossorio, una inteligente combinación de esos iconos ineludibles del cine de terror de siempre: la momia, el vampiro y los más modernos zombies, que además se veían renovados a partir de la inserción de elementos tomados de leyendas folclóricas gallegas como la de los Mouros, una civilización subterránea conocedora de la magia y que, a veces, salía a la superficie.
Ossorio plantea, asimismo, una revisión del imaginario español, desde las raíces culturales más autóctonas, bebiendo de las fuentes del terror atávico, como las “Leyendas” de Bécquer, hasta el oscurantismo ligado a la Orden del Temple y, a todo ello, le agrega, como si de una receta se tratase, una puesta en escena hammeriana y una clara influencia de La noche de los muertos vivientes (1968) de George Romero. La fórmula convierte la tetralogía en un producto único dentro de la cinematografía ibérica, y a los monjes templarios en uno de sus iconos más importantes y originales.



Por otra parte, los templarios eran mucho más que un mero vehículo para provocar terror. Constituían en sí mismos (y para quienes lo quisieran ver), tras esos rostros cadavéricos con las cuencas vacías y esos atuendos putrefactos, una crítica oculta (o no tanto) de los estamentos militares y religiosos sobre los que descansaba la dictadura, y del puritanismo, lo que sumaba, además, un subtexto detectable sobre la represión sexual de la sociedad española de aquel momento. Esos caballeros del siglo XIII, que raptaban y asesinaban a hermosas doncellas, y bebían su sangre en extraños rituales satánicos, habían sido condenados a muerte por herejía, ajusticiados por sus crímenes a través de la horca, permaneciendo colgados y expuestos hasta que los cuervos les arrancaran los ojos. Como una maldición desatada siglos después, sus cadáveres regresan a la vida en la abandonada Abadía cuando algún despistado osa pisar sus tumbas o pertubar su sueño en la madrugada.

Ossorio tuvo que cuidarse mucho de la censura, y así reemplazó la cruz auténtica de los templarios, muy parecida a la de la Orden de Calatrava, por la cruz egipcia, símbolo de la vida eterna, como emblema de los monjes, pues temió que una vez rodada la película se vería obligado a retirar todos los planos de los caballeros.
Sin embargo, agrega con gran inspiración una característica especial a los monjes: a modo de zombies ciegos, estos muertos vivientes se mueven por el sonido, como los murciélagos, combinando el horror visceral con un irónico y sutil sentido del humor, pues un conocido estereotipo del cine de terror es la constante aparición de mujeres gritando, y en La noche del terror ciego, la protagonista Betty Turner (Lone Fleming), tiene que escapar de las garras de los templarios en silencio, mientras no puede evitar que los latidos de su corazón la traicionen.

Aquí la escena en la que Betty (Lone Fleming) es detectada por los monjes templarios por los latidos de su corazón
LA ESCALOFRIANTE MÚSICA DE LOS TEMPLARIOS
Además de estos aciertos, cabe destacar la efectiva banda sonora que fue responsabilidad del veterano compositor español Antón García Abril. Nacido en Teruel en 1933, y recientemente fallecido el 17 de marzo de 2021, tuvo una prolífica carrera en la música cinematográfica, con más de 180 bandas sonoras escritas, incursionando en prácticamente todos los géneros y trabajando con los más prestigiosos cineastas españoles, como Mario Camus en La colmena (1982) y Los santos inocentes (1984), Pilar Miró en El crimen de Cuenca (1980) y Gary Cooper, que estás en los cielos…(1980), Eugenio Martin en El desafío de Pancho Villa (1972), Carlos Aured en El retorno de Walpurgis (1973), y el argentino León Klimovsky en La noche de Walpurgis (1971) y Doctor Jekyll y el Hombre Lobo (1972), vehículos del gran Paul Naschy, así como decenas de películas para Pedro Lazaga y Fernando Merino.
La música de García Abril profundiza el clima de terror y suspense de La noche del terror ciego, apoyado en su experiencia en la música de cámara y en los arreglos vocales. El inquietante tema principal del film que inicia la Tetralogía de los templarios se estructura en base a voces oscuras y lúgubres con efectos de eco, que encaja perfectamente con la atmósfera de la película y que el compositor utiliza repetidamente durante el metraje, claramente apoyado en el estilo de los Cantos Gregorianos.

El resto de la banda sonora es asfixiante y atonal, muy eficaz y moderna para su época, una fusión de recursos instrumentales y vocales en la que el compositor utiliza además la sección de percusión para realzar la visión de los terroríficos monjes y su exasperante andar hacia sus víctimas, con profusión de sonidos desconcertantes, golpes, estruendos, sting chords y gritos, elementos no demasiado habituales en las bandas sonoras de aquel momento y que pueden haber influido en trabajos como el de Jerry Goldsmith para su excelente partitura de La profecía (The Omen, Richard Donner, 1976).
Ossorio pretendía darle a la trilogía un estilo y provocar un efecto directo en el público, más que nada en la visualización de los monjes en sus apariciones andando o cabalgando a cámara lenta hacia sus víctimas, lo que sin duda alguna supone una de las razones que explican el éxito y el prestigio de la saga. “Lo de la cámara lenta es por la cosa del espacio-tiempo. Han dominado el tiempo, logrando la inmortalidad, pero se han perdido en la dimensión espacio”[1], ha explicado Ossorio.
Sin embargo, esa atmósfera enrarecida y putrefacta, entre onírica, gótica y surreal, que genera esa inusitada sensación de horror pretendida por el realizador, y la imponente presencia de los terroríficos monjes ciegos no sería tan eficaz sin la música de García Abril.
La noche del terror ciego – título principal – music by Antón García Abril

Una de las cosas más interesantes de la partitura es que, dada la limitación de recursos con los que contó, hubo de utilizar su ingenio para obtener lo que quería Ossorio. El brillante trabajo de García Abril se apoyó, en primer lugar y como ya dijimos, en el concepto musical del Canto Gregoriano, algo que no es casual ni caprichoso, pues el estilo musical y la referencia histórica son fácilmente asociables a los siniestros monjes de Ossorio. El Canto Gregoriano tiene sus orígenes en la práctica musical de la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas, y su denominación proviene del hecho de que su recopilación se atribuye al papa Gregorio Magno.
El compositor turolense asoció musicalmente el Canto Gregoriano y los cantos fúnebres a la terrorífica imagen de los caballeros templarios, y para ello empleó un procedimiento poco usual en la época para dotarla de un particular efecto de ultratumba y de un aire de alucinación. Varias versiones circulan sobre cómo el compositor logró ese tratamiento sonoro, pero creo que cabe dar crédito a la que relató el propio Ossorio: “Solamente eran dos cantantes, que García Abril dobló para que pareciera un coro, metió unos efectos, eco y demás (…) Grabó las voces al revés y lo que cantan en realidad es el nombre del jefe de producción, Pérez Giner, como una especie de broma”.[2]



Por su parte, la protagonista femenina de las dos primeras películas de la tetralogía, Lone Fleming, nos contó, en una inolvidable entrevista que nos otorgó recientemente, que conoció a García Abril en 2014, cuando coincidió con el compositor en el homenaje que les hiciera a ambos la Filmoteca Canaria. Años después, Lone volvió a encontrarlo en un festival cuyo nombre no recuerda, y allí conversaron, entre otras cosas, de la música que había compuesto para la tetralogía de Ossorio. Según Fleming, García Abril se habría inspirado en gran medida en diversos dibujos que Ossorio realizó durante el rodaje. El cineasta estaba obsesionado con la imagen de los templarios, así que dibujaba constantemente diferentes bocetos, a la manera de story boards, que el compositor habría tomado como referencia para la componer la música que los identificara.
Lone Fleming también llegó a comentarle a Don Antón que creía haber escuchado la música que este había escrito para la escena lésbica entre ella y María Elena Arpón en alguna otra de sus obras musicales para el cine. “Puede que tengas razón”, le respondió García Abril. A la actriz danesa, que ya es un icono indiscutible del fantaterror español, le resultaba particularmente interesante cómo el compositor había adaptado ese leitmotiv a las diferentes escenas.
La entrevista completa con Lone Fleming en este enlace:
Tuvimos la fortuna de entrevistar a uno de los iconos vivientes del fantaterror español. La encantadora Lone Fleming, heroína de las dos primeras entregas de la ya mítica Tetralogía de los Templarios del director Amando de Ossorio, se prestó a nuestro interrogatorio, ávido de información de primera mano de la famosa saga. Algunos de sus recuerdos apuntan a la música que el compositor turolense Antón García Abril escribió para la Tetralogía. Aquí les dejo la entrevista, que considero tan valiosa como divertida.

INFLUENCIAS MUSICALES
Desafortunadamente, las bandas sonoras de la Tetralogía de los Templarios no han sido objeto de una edición discográfica, pese al interés que seguramente despertaría entre los coleccionistas. Sin embargo, esta obra oculta y poco reconocida de García Abril influyó en algunos músicos, y una banda británica llamada Zoltan, un trío integrado por Andy Thompson, Matt Thompson y Andrew Prestidge, publicó en 2014 un mini álbum llamado «Tombs of the Blind Dead», en el que realiza una interesante re-interpretación de las bandas sonoras de García Abril que supone un homenaje a la Tetralogía de los Templarios.
Tombs of the Blind Dead – music by Zoltan


No se trata de una versión que respete la partitura original de García Abril, sino de un acercamiento a la misma, de la que toma ciertos pasajes, atmósferas y efectos, pero creando una partitura nueva, que bien podría utilizarse para musicalizar los films de la tetralogía a la manera de aquellos clásicos del cine mudo que décadas después de sus estrenos fueron objeto de reediciones en las que sus bandas sonoras originales eran reemplazadas por nuevas versiones escritas por compositores o grupos más modernos.
Return of the Blind Dead – music by Zoltan

The Ghost Galleon – music by Zoltan
Zoltan es una especie de cruza entre la electrónica progresiva de Goblin y las bandas sonoras de terror de Fabio Frizzi, que obtiene un espeluznante trabajo experimental/ambient y de oscuridad sinfónica, collages sonoros escalofriantes, con muchas de las claves musicales y sonidos que rescatan el espíritu que las partituras de Antón García Abril intentaron imprimir a la ya mítica Tetralogía de Ossorio.

Night of the Seagulls – music by Zoltan


Es un hecho que esa atmósfera enrarecida y putrefacta, entre onírica, gótica y surreal, que Amando de Ossorio pretendía imprimirle a su Tetralogía de los Templarios, que ha generado esa inusitada sensación de horror en los espectadores de la década del setenta, y la imponente presencia de los terroríficos monjes ciegos no habría sido tan eficaz sin la música del maestro Antón García Abril.
