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Además de la importancia que Ultimátum a la tierra tuvo en la historia del cine en general, y del estadounidense en particular, contó con un valor agregado en la banda sonora que corrió a cargo del prestigioso Bernard Herrmann, que fue llamado personalmente por el director Robert Wise que lo conocía de los tiempos de Ciudadano Kane, y le pidió que inventara un nuevo sonido que reemplazara la tradición musical sinfónica de Hollywood. 

The Day the Earth Stood Still (1951)

Ultimátum a la Tierra / El día que paralizaron la Tierra

Bernard Herrmann: Klaatu barada nikto, el sonido de la Ciencia Ficción

por Eduardo J. Manola

La década de los años cincuenta supone el nacimiento de lo que se ha dado en llamar la “ciencia ficción cinematográfica”, y la opinión generalizada sostiene que esta génesis se da a partir del inolvidable clásico de Robert Wise, Ultimátum a la tierra (Esp.) / El día que paralizaron la tierra (Arg.) (The Day the Earth Stood Still, 1951), a pesar de que, en realidad en 1950, o sea un año antes, había habido precedentes como Con destino a la luna (Destination Moon, Irving Pichel), Cohete K-1 (Rocketship X-M, Kurt Neumann) y El ser del planeta X (The Man from Planet X, Edgar G. Ulmer), e incluso en 1951, junto con la película de Wise se había estrenado otro imperecedero clásico del género, El enigma…de otro mundo (The Thing from Another World, Christian Nyby).

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Es curioso observar que este género acuse una repentina fecundidad en esa década, pues en las anteriores apenas se registran algunos seriales de clase B. Ello se debe a que la sociedad norteamericana de posguerra se veía arrastrada una verdadera paranoia  provocada por el latente peligro de una guerra contra el bloque comunista y el consecuente holocausto atómico, lo que se conocía como la “guerra fría”. El terror a la bomba se exacerba cuando los Estados Unidos se involucran en la guerra de Corea, que supone un enfrentamiento indirecto con la Unión Soviética. 

 

La mayoría de los films que llenarían el género de la ciencia ficción presentan a los alienígenas con malas intenciones, con una visión negativa de todo lo “extraño” y lo que tuviera que ver con lo científico (ya que, justamente, los científicos habían creado la bomba y eran responsables de la era atómica), y se apoyan en el componente militar como el único capaz de resistir a la invasión extraterrestre que busca la conquista o la aniquilación del mundo y la humanidad. La “amenaza roja” tenía la forma de marcianos, selenitas, o cuanto extraterrestre pudiera poner en peligro el “american way of life”.

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Sin embargo, Ultimátum a la tierra no respondía a ese molde y se oponía a la tendencia con una propuesta de carácter pacifista, donde los científicos son importantes y, si se quiere, reivindicados ante la sociedad, y los militares caricaturizados (esta fue la razón por la que el Ejército se negó a colaborar en el rodaje), cuestionando además en el fondo, esos paranoicos temores del pueblo americano.

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El guion está basado en “Farewell to the Master”, relato corto de Hiram Gilmore Bates, más conocido como Harry Bates (al que la Fox le pagó unos miserables 500 dólares por los derechos), publicado en octubre de 1940 en la revista “Astounding Stories of Super-Science”, luego retitulada “Analog”, en el que el robot Gort de la película se llamaba en realidad Gnut, y Klaatu (Michael Rennie) muere al principio de la historia. Fue el coordinador de guiones Maurice Hanline quien, en 1949, le presentó el relato a Julian Blaustein, productor de la 20th Fox que terminaba el rodaje del western Flecha rota (Broken Arrow, Delmer Daves, 1950) y ya estaba buscando alguna historia para una nueva película.

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Además de la importancia que Ultimátum a la tierra tuvo en la historia del cine en general, y del estadounidense en particular, contó con un valor agregado en la banda sonora que corrió a cargo del prestigioso Bernard Herrmann, que fue llamado personalmente por el director Robert Wise que lo conocía de los tiempos de Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). Wise había sido el montajista de Orson Welles y Herrmann había compuesto la música del mítico clásico, con un éxito impresionante.

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Para fundar el nuevo género había que inventar un nuevo sonido que reemplazara la tradición musical sinfónica de Hollywood. Herrmann enfiló su trabajo hacia esa búsqueda y, como primera medida, descartó utilizar los repetitivos clichés del cine de terror, y decidió elegir una orquestación basada en la creación de sonidos electrónicos en sustitución de la sección tradicional de cuerdas, aunque no dejó de utilizar otros instrumentos de la orquesta clásica: cuatro pianos y cuatro arpas, más una sección completa de vientos de metal que incluía cuatro tubas, y una gran sección de percusión con el agregado de címbalos y tam-tam. A esto le adicionó violines y contrabajos eléctricos, dos órganos Hammond, un órgano eléctrico de estudio, tres vibraphones, dos glockenspiels, y el instrumento que se convirtió en la estrella de la partitura: el theremín.

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León Theremin y su invento

Theremin Studio Session

Este aparato electrónico desarrollado en los años veinte por el científico ruso León Theremin fue, sin duda, un verdadero acierto de Herrmann, ya que le insufló personalidad a la banda sonora y creó una sonoridad que sería imitada hasta el hartazgo en posteriores películas del género, junto a instrumentos electrónicos y la mezcla con orquestaciones sinfónicas. Herman J. Stein utilizaría esos recursos en su partitura para Llegó del más allá (It Came from Outer Space, Jack Arnold, 1953) y el matrimonio de compositores Louis y Bebe Barron experimentarían los límites de la electrónica en Planeta Prohibido (Forbidden Planet, Fred W. Wilcox, 1956), pero ninguno llegaría a destacar por sobre el trabajo de Herrmann, de gran calidad y absolutamente innovador y pionero en su estilo, ni siquiera su colega Dimitri Tiomkin lo lograría ese mismo año 1951 con su partitura para El enigma de otro mundo, en la que también utilizó el theremin. Se puede decir que Herrmann fue el creador del sonido del espacio y los extraterrestres.

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El tratamiento musical que Herrmann imprimió a esta banda sonora buscó reflejar una sonoridad que no pudiera ser identificada con nada del planeta Tierra: un sonido inhumano y distanciado que resultara un contrapunto efectivo entre lo alienígena y la civilización occidental. Para ello fue fundamental el theremin (en realidad utilizó dos, ejecutados por los especialistas Samuel Hoffman y Paul Shure), pero también el empleo de instrumentos perfectamente reconocibles que fueron ejecutados mediante una inusual orquestación de registros convencionales, como la sección más grave de los pianos, llevando violencia a la percusión y la frialdad a los metales.

Herrmann explicaba: “Mi reto era caracterizar a un hombre de otro mundo y la música debía reflejar una sensación no terrestre sin tener que recurrir a trucos fáciles. El resultado parece que tuvo éxito y ciertamente predijo las formas de algunas cosas que se harían con la música electrónica. En este score intenté un equilibrio entre la orquesta convencional, compuesta por piano, arpas, metal…con una amplia sección que incluía dos theremins, un violín electrónico, un contrabajo electrónico y una guitarra electrónica. No había instrumentos de viento de madera.” [1]

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El compositor Bernard Herrmann

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En una producción de un gran estudio como la Fox, cualquier innovación trae aparejada la duda y la desconfianza. Los métodos de un sistema probado con éxitos de magnitud no podían cuestionarse. Es de imaginar la sorpresa que se llevaría el director musical del estudio, el gran Alfred Newman, y los ejecutivos, cuando Herrmann les presentó el requerimiento para formar una orquesta con instrumentos tan extraños e inusuales. Sin embargo, las nubes del peligro se disiparon rápidamente en cuanto escucharon la extraordinaria música que el neoyorquino había engendrado. Enseguida se dieron cuenta de que había encontrado la sonoridad precisa para la película. Las oscilaciones del theremin, con su distorsión electrónica, transmitía una sensación de estar en presencia de una entidad extraterrestre, un sonido no convencional, ajeno, espacial, extraño, que provocaba con simpleza un temor a lo desconocido, una atmósfera melódica hostil, y se alejaba del lirismo tradicional y del propio estilo que el compositor había cultivado en su carrera.

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El propio Robert Wise reconoció que le había sorprendido la música de Herrmann: “No sabía que equipos electrónicos había usado. Aportaba mayor dimensión y sensaciones a la película. La impresión de otro mundo que necesitaba.” 

El director había llamado al compositor una vez concluido el rodaje, así que Herrmann tuvo a su disposición la obra terminada, el montaje definitivo: “Quizá le hubiéramos podido contratar antes –dijo Wise-, pero no creo que hubiera aceptado sin ver el filme. No estoy seguro, pero seguramente había visto el guion. Debió gustarle tanto el tema de la historia como a mí […]. No creo que hubiera aceptado hasta ver el montaje inicial, para ver qué le parecía.”

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Herrmann tardó casi cinco semanas en componer y grabar la banda sonora de Ultimátum a la tierra (fue compuesta entre el 25 de junio y el 28 de julio, y grabada en agosto de 1951), y su trabajo incluyó la supervisión personal en la confección de muchos de los efectos sonoros del film, como por ejemplo, el novedoso sonido del rayo con el que el automáta Gort desintegra las armas de los soldados en la escena inicial, y los que acompañan las secuencias de la paralización de la Tierra y los cortes de electricidad en el mundo.

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En la grabación se utilizaron técnicas inusuales de sobregrabación y de inversión de cintas para crear el efecto alienígena. Y pese a que en esa época aún no existía el sonido estereofónico, la 20th Fox fue pionera en una técnica multipista que permitió a los ingenieros de grabación trabajar en el balance de la pista musical monoaural resultante. La mayoría de los temas fue grabada en dos canales, y si Bernard Herrmann quería que ciertos instrumentos se mostraran más o resaltaran (como por ejemplo los theremins), entonces podían ser microfoneados por separado y grabados en otra pista óptica. Más tarde el ingeniero de sonido de la remezcla establecería el mejor balance, en acuerdo con Herrmann. Todas las pistas que incluían los theremins se grababan en tres canales (dos para la orquesta y uno para los theremins).

La partitura original de Ultimátum a la tierra, que consta de 56 páginas, se encuentra actualmente en la Universidad de California, en Santa Barbara, en el tercer piso de la Biblioteca Davidson que alberga el Archivo Bernard Herrmann. Una versión en microfilm de la partitura escrita también está disponible allí (abierta al público con fines de investigación). Otro microfilm se encuentra en la División de Música de la Biblioteca del Congreso en Washington, D.C., entidad en la que también se halla preservada la película, considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa”.

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20th Century Fox reutilizó más tarde el main title de Herrmann en el episodio piloto original de Perdidos en el espacio (Lost in Space), la serie de TV de 1965 de Irwin Allen. Danny Elfman señaló que la partitura de The Day the Earth Stood Still inspiró su interés en la composición de música de películas, y lo hizo fan de Herrmann.

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Luego de la banda sonora de Ultimátum a la tierra de Bernard Herrmann, ya nada sería igual en la música del cine de ciencia ficción.   

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Referencias:

[1] Elaine Edford, Bob Scott, Fantascene, 1975.

Bibliografía:

Cueto, Roberto, Cien bandas sonoras en la historia del cine, Nuer Ediciones, 1996.

González-Fierro Santos, José M., Colección Programa Doble: Libros Dirigido, Ultimátum a la Tierra/El tercer hombre, 2001.

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