
TOM y JERRY (1940-1958)
Scott Bradley: La apoteosis musical de la persecución
por Eduardo J. Manola
Tom & Jerry theme tune – music by Scott Bradley
“¿Otro gato persiguiendo a un ratón?” Así reaccionó el director del departamento de animación de la MGM en 1940, Fred Quimby, cuando el animador Rudolph Ising le presentó el corto “Puss Gets the Boot”, el cartoon que se convertiría en el inicio de una de las parejas más famosas y celebradas de la historia de los dibujos animados: Tom y Jerry. Con ellos la MGM buscó competir con personajes ya exitosos de otros estudios, como Porky de la Warner y el inimitable Mickey Mouse de Disney.
El gato no se llamaba Tom sino Jasper, el ratón no tenía nombre, y los dibujos mantenían el estilo más bien blando de Ising, influenciado por sus comienzos en la factoría de Walt Disney. Pero la dinámica del enfrentamiento entre esos adversarios naturales mostraba una velocidad y un vértigo que no era lo usual en la época. Y ello se debía a que, en realidad, Ising era solo el supervisor del corto, mientras que la dirección recaía en dos talentosos y prometedores genios de la animación, destinados a crear una de las productoras de dibujos animados más importantes y prolíficas de la televisión: William Hanna y Joseph Barbera.



El corto fue nominado al Oscar y Hanna & Barbera, que no recibieron crédito alguno por ello, fueron llamados a continuar y dar rienda suelta a su creatividad en la producción de nuevos cartoons de Tom y Jerry, que comenzaron a llamarse así a partir de 1941 en el corto The Midnight Snack, por el apodo que ingleses (tommies) y alemanes (jerries) detentaban durante la Primera Guerra Mundial, ello según la versión del dibujante John Carr.
Hanna y Barbera llegaron a supervisar más de 100 cortos de Tom y Jerry durante dos décadas, que costaban 50.000 dólares cada uno y tardaban semanas en producirse.

Tom y Jerry jamás hablaban, (a Tom solo se le escuchaba algún grito, que interpretaba el propio Bill Hanna), razón más que suficiente para centrar la atención en la acción, pura y dura, y, de paso, para profundizar sus personalidades a medida que avanzaban los cortos y su éxito aumentaba, llenándolas de matices y líneas psicológicas, aprovechando como excusa la natural enemistad del gato y el ratón para exponer ciertos rasgos críticos de la sociedad, en especial a través de una exacerbada violencia que bebía del más puro slapstick pero llevado a un límite tal que, en determinado momento, llegó a provocar la queja y el rechazo en algunos analistas demasiado escrupulosos.
Ese límite fue llevado al paroxismo con la aparición del genial Tex Avery en la MGM en 1942, para introducir sus nuevos personajes, como el insufrible Droopy o el lascivo Lobo, con un talante surrealista, sus gags delirantes, explosivos y llenos de exceso y humor negro, y su particular forma de destruir y reconstruir a los personajes en los denominados takes o anticipaciones, que precedían situaciones de golpes o sorpresa, ojos que aumentaban su tamaño hasta lo imposible o directamente se salían de las órbitas junto con mandíbulas que caían hasta el suelo. Comicidad tan desternillante como inverosímil que corrió como reguero de pólvora entre sus colegas, incluidos Hanna&Barbera en la dirección de Tom y Jerry.


LA MÚSICA DEL GATO Y EL RATÓN
A toda esta parafernalia de genialidad y talento desbocado, se sumó el aspecto musical, corporizado en la figura de otro genio, Scott Bradley, quien supo adaptar las partituras a la alocada velocidad de las peripecias del gato y el ratón, sumándoles aún más vértigo, si podía caber. Un reto que solo podía estar a la altura de un compositor fuera de serie como él.
Pianista autodidacta, director de orquesta consumado, y un improvisador nato, Bradley desarrolló en su trabajo de años en el departamento musical de la sección animada de la MGM una técnica compositiva novedosa, fresca y totalmente desprejuiciada, que supo abarcar todo tipo de música, desde una base sinfónica con la música clásica como norte, hasta el jazz, el swing, la música de banda y popular, la electrónica, e incluso el dodecafonismo y la atonalidad tomada del pionero Arnold Schöenberg.

Pero fundamentalmente, la música que Bradley creó desde el inicio de su larga carrera en 1931 para los dibujos animados de la MGM y, en especial, para Tom y Jerry, era divertida, desenfadada y llena de giros y variaciones, haciendo las delicias de los espectadores y de los propios músicos encargados de ejecutarla, que disfrutaban de lo lindo en las sesiones de grabación, tal como el propio compositor lo contó con orgullo en una cita autobiográfica[1].
En sus partituras jugó hasta el límite con la instrumentación, utilizando incluso instrumentos que inventó para la ocasión, además de los que ya existían aunque no eran habituales como el ukelele, maracas, cencerros, acordeón, vibráfono y efectos sonoros como silbidos, explosiones o gritos de los propios músicos.

En la MGM, Bradley contó con una orquesta de 20 músicos, con sección de viento, cuerdas y una ampliada sección de percusión, imprescindible para el ritmo trepidante y los efectos sonoros, estos últimos a cargo del especialista Jim Faris, que mezclaba de manera magistral con la música.
Su lema era “libertad absoluta de expresión” para él y sus instrumentistas, todos de primer nivel, a quienes impulsaba para aportar ideas y abrirse a la creatividad. La música debía perseguir la vitalidad de Tom y Jerry, jugar con todos los efectos instrumentales a su alcance, explotando ritmo, tono y fraseo para despuntar las carreras, las persecuciones y los accidentes imposibles que interpretaban los personajes que, como dijimos, no hablaban, por lo que también debía dibujar musicalmente sus emociones y pensamientos, para lo cual echaba mano de la disonancia y la melodía, sin ruborizarse.

Además de emplear sus propias composiciones, como la excelente Dr. Jeckyll and Mr. Mouse (1947), escrita para clarinete y viola, de tono gótico, o la de Love That Pup de 1949, Bradley fue un maestro en la utilización de piezas de la música clásica, que adaptaba en pequeños fragmentos para insertarlos convenientemente en momentos puntuales de la partitura, siempre con un sentido y con una precisión milimétrica. Así pasaron por los cartoons que musicó temas de Tchaikovsky, Mozart, Rossini, Liszt, Strauss y Beethoven, que aparecían sorpresivamente unos segundos, que bastaban para que el espectador los identificara y no pudiera hacer más que pensar en la genialidad de quien había decidido incorporarlos a la acción.
Entre los más recordados podemos mencionar: la “Rapsodia Húngara nº 2” de Franz Liszt en el corto de 1947 “The Cat Concerto” que ganó el Oscar, la “Obertura de Die Fledermaus” de Strauss en “Tom and Jerry in the Hollywood Bowl” (1950), y “The Sleeping Beauty Waltz”, de Tchaikovsky en “Mice Follies” (1954). Curiosamente, la Rapsodia Húngara nº 2, había sido utilizada por Warner para el corto “Rhapsody Rabbit” de 1946, protagonizado por Bugs Bunny, con un guion prácticamente igual, lo que provocó algunas recriminaciones por plagio contra MGM.
Bradley también podía insertar melodías o ritmos del jazz y el swing, temas de películas, o canciones tradicionales francesas o italianas, todas tremendamente populares en ese momento, celebradas por la audiencia, como por ejemplo: “Anchors Aweigh” (Leven anclas) de Zimmerman, “The Trolley Song” de Martin y Blaine (cantada por Judy Garland en el film Meet Me in St. Louis), «Over There» de la película Yankee Doodle Dandy (1942), “Mamá yo quiero”, de Jaraica y Paiva, “Soldiers of Fortune” de Romberg y Kahn, “Oh María, Marí” del napolitano Eduardo di Capua, la canción de cuna francesa “Frere Jacques”, y la “March of the Cuckoos” que Marvin Hatley compuso para los cortos de Laurel y Hardy.
Fuera del universo de los dibujos animados, Bradley compuso música para dos películas de la MGM, El coraje de Lassie (1946) protagonizada por la niña Elizabeth Taylor, en colaboración con Bronislau Kaper y Mario Castelnuovo-Tedesco, y The Yellow Cab Man (1950) con Red Skelton, esta partitura escrita en solitario.

Por otra parte, junto a su colega y amigo Carl Stalling, que hacía lo propio en los maravillosos cartoons de la Warner, Bradley creó lo que se conoce como click track, un sistema para sincronizar melodías y efectos sonoros con las imágenes, que consistía en unos clicks registrados en las pistas de audio que eran replicados por marcas sobre los fotogramas, en el lugar preciso para que coincidieran perfectamente.
Este proceso fue fundamental para ilustrar musicalmente la extraordinaria batería de locuras que Tom y Jerry vivían en cada uno de sus cortos, y fue parte importantísima para el tremendo éxito que tuvo la serie de cartoons, que los diferenciaba de los demás y que influenció a toda una camada de animadores y músicos.
Por supuesto, los avances tecnológicos que aparecieron más adelante, con la informática y la digitalización, permitieron facilitar todo ese trabajo que en los cuarenta y cincuenta se hacía artesanalmente y que era privativo de genios superdotados como los maestros Carl Stalling y Scott Bradley.

Ediciones discográficas recomendadas de Scott Bradley:
Tom and Jerry & Tex Avery Too! Vol. 1: The 1950s, editado por Film Score Monthly, FSMCD Vol.9 nº 17, 2006, contiene una selección de la música de 25 cortos en 2 discos con una calidad de sonido excelente, con la particularidad de que la orquesta está dirigida por el propio Scott Bradley.
Tex Avery – Music from the Tex Avery Original Soundtracks, editado por Milan, 35635-2, 1993, que contiene suites originales en monoaural pero de buena calidad de 6 cortos: los míticos TV of Tomorrow y Little Johnny Jet, ambos de 1953, Cellbound (1955) y tres de Droopy: Three Little Pups, Deputy Droopy y Dragalong Droopy.
Referencias
[1] Goldmark, Daniel (2005), «Tunes for ‘Toons: Music and Hollywood Cartoons», University of California Press, p. 46.
Fuentes de consulta
Cruz Delgado Sánchez – Pedro Delgado Cavilla, Hanna-Barbera: La animación en serie, Diábolo Ediciones, abril 2014