El director Ryan Coogler, que hiciera un trabajo excelente con la mencionada Creed, se desbarranca en esta cinta sin encontrar el rumbo, sin desarrollar lo que podría haber sido un film interesante, si el objetivo no hubiera sido, como está claro ha sido, ganar mucho dinero. Desperdició la oportunidad de crear una obra que trascendiera el universo Marvel, y se posicionara en otro lugar, más importante, de más nivel.
Sobre una base argumental simplona y típicamente “pochoclera”, y una estética pomposamente afrofuturista, Pantera Negra nos cuenta la historia de T’Challa (Chadwick Boseman), el rey de Wakanda, una nación de raza negra cuya riqueza depende del Vibranium, un metal de origen extraterrestre que, además, es la fuente de poder del rey, al que le permite convertirse en el superhéroe Black Panther.
Lo que vendrá, obviamente, es una lucha por quedarse con el (no tan vil) metal, ya que algunos villanos de turno intentarán robarlo (Klaue, Andy Serkis, el recordado Golum de El señor de los anillos; y Killmonger, en la piel de Michael B. Jordan, el protagonista de Creed, lo mejor de la película).
Nadie puede negar que Pantera Negra se ha convertido en un acontecimiento cultural, mucho más aún en los Estados Unidos, ya que es la primera superproducción de superhéroes con el personaje central, director, y casi todo el elenco negro, donde además, las mujeres tienen un protagonismo, una fuerza y una trascendencia poco usual. Sin embargo, estas características, muy loables por cierto, no deberían nublarnos la capacidad de evaluarla objetivamente.