Luego de haberse tomado unas largas vacaciones, el director francés Christian Volckman, especializado en cortometrajes musicales, vuelve a la pantalla grande con una aproximación al género fantástico.
Trece años después de su ópera prima Renacimiento (Renaissance, 2006), un largometraje de animación con el que obtuvo premios en los certámenes de Annecy, Chicago y Fantasporto, el cineasta galo intenta con The Room, presentada en los festivales de Sitges y Donostia, un nuevo aporte al cine de “mansiones encantadas”, a través de una historia que promete mucho en sus primeros treinta minutos, pero a partir de allí se convierte en una triste sucesión, sin solución de continuidad, de lugares comunes, sinsentidos y situaciones en las que los protagonistas asumen conductas y toman decisiones absolutamente irracionales.
Matt (el belga Kevin Janssens) y Kate (la ya famosa ucraniana Olga Kurylenko) son una pareja que decide dejar la ciudad y (¡¡¡oh, sorpresa!!!) comprar una gran mansión para reciclar en un páramo alejado y solitario (como debe ser). Luego de unos quince minutos de introducción en la vida del nuevo hogar, trabajos de limpieza, reparaciones y reformas (todo sazonado con los típicos divertidos momentos domésticos y bromas entre los enamorados, flamantes propietarios), descubren casualmente (¿¿??) una habitación oculta en la que, también por casualidad, advierten que cualquier deseo se hace realidad en forma inmediata.
Por supuesto que la parejita sucumbirá a todas las tentaciones que el lector imagine sin mucho esfuerzo, cumpliendo hasta el hartazgo con todos los anhelos, a través de la maravillosa habitación: fiesta, champán, dinero sin límites, sexo desenfrenado, excentricidades de todos los colores. Una orgía materialista y consumista en toda regla. El cuarto es como la lámpara de Aladino, la vida se convierte en un cuento de hadas. Pero el paraíso esconde algunas condiciones que deberán respetar aquellos que piden los deseos, y habrá algunos de esos deseos que sería mucho mejor no pedirlos. Cuidado con lo que deseas, no vaya a ser que te lo concedan.