Meses antes del inicio de la producción del proyecto de King Kong que tenía Dino De Laurentiis en mente, Marvin Cane, director de Famous Music, la filial discográfica de Paramount Pictures, se reunió con el productor italiano y con Barry Diller, el flamante nuevo jefe del estudio. «Para la música de la película, todos teníamos en mente al mismo tipo«, recordaba Cane en una entrevista con un periódico en 1977, «y ese era John Barry. Siempre me pareció que John Barry era un compositor muy moderno, contemporáneo, terriblemente sabroso, un tipo dinamita«.
Cuando De Laurentiis y el director John Guillermin se reunieron con el compositor británico, le pidieron concretamente que compusiera la banda sonora como una historia de amor, y lo dejaron muy libre artísticamente. Sin embargo, Cane tenía algunas exigencias.
Llamó enseguida a Barry para explicarle lo que necesitaba para que la música pudiera ser comercializada, y que no se quedara solamente en la partitura orquestal incidental. «Necesitamos lo mejor«, le dijo Cane, «pero tenemos que tener algo comercial, algo que pueda vender… dar a Dino lo que quiere, pero en algún lugar tenemos que tener algo que la gente pueda tararear«.