
Una de las características distintivas de Gallipoli que han quedado marcadas en el imaginario cinéfilo es, sin duda, su música. El director Peter Weir construyó la banda sonora sobre la base de dos piezas prestadas: «Oxygene» de Jean-Michel Jarre y el “Adagio en Sol Menor para Cuerdas y Órgano” de……Albinoni?? Entérate de la verdad.
GALLIPOLI (1981)
Tomaso Albinoni: Sombras sobre el Adagio
por Eduardo J. Manola
El realizador australiano Peter Weir nunca renegó de la utilización de la música prestada en la construcción de las bandas sonoras de sus películas. Así como su colega norteamericano William Friedkin había echado mano, por ejemplo, de la magnífica “Tubular Bells” del multinstrumentista Mike Oldfield, Weir introdujo en Gallipoli la exitosa “Oxygene” que Jean-Michel Jarre había compuesto en 1976.
La finalidad no era comercial ni mucho menos, sino dotar de cierto optimismo a las escenas en las que los protagonistas del film, Archy Hamilton (Mark Lee) y Frank Dunne (Mel Gibson) acometían pruebas de carreras mientras intentaban alistarse en el ejército australiano y participar de la Primera Guerra Mundial.
Cuando la película avanza y deriva en la descripción del hecho histórico que tuvo lugar en la ciudad turca de Gallipoli, en la batalla en la que miles de soldados de infantería australianos fueron inescrupulosamente utilizados como carne de cañón por la indolente comandancia británica en un ataque totalmente descoordinado, mal sincronizado y suicida contra posiciones atrincheradas claramente inexpugnables de nidos de ametralladoras turcas, la música cambia radicalmente de registro, y Weir hace uso del célebre “Adagio in G Minor para Cuerdas y Órgano” de Albinoni, para imprimir oscuridad musical a la tragedia y la sinrazón de la guerra.
Oxygene, Pt. 2 – music by Jean-Michel Jarre

El Adagio fue incluido en muchas otras películas, algunas tan importantes como El proceso (The Trial, 1962) del gran Orson Welles; El enigma de Kaspar Hauser (1974) de Werner Herzog; o Rollerball (1975) de Norman Jewison. Hasta aquí todo perfecto. Pero ¿cuál es la historia de esa famosísima pieza, una de las más conocidas de la música clásica?
Tomaso Albinoni nació en 1675 en Venecia, en el seno de una familia de comerciantes papeleros que le permitió disfrutar de una vida acomodada y, mientras cumplía con los deseos de su padre trabajando a su lado en el negocio, satisfacer su vocación musical convirtiéndose en un consumado violinista y cantante, al tiempo que conseguía la protección de Pietro Ottoboni, cardenal sobrino-nieto del Papa Alejandro VIII, gran amante del arte y mecenas de pintores, poetas, escultores y músicos como Corelli, Haendel, y Scarlatti.
Al casarse en 1705 con la cantante de ópera Margherita Raimondi, Albinoni cambió por este género musical los conciertos y sonatas que habían poblado su etapa inicial como “dilettanti” (compositor independiente), y la muerte de su padre lo decidió a dedicarse exclusivamente a la música, dejándole el negocio papelero a sus hermanos. Pero las más de cincuenta óperas que compuso dieron paso, con el transcurso del tiempo, a su etapa instrumental, que fue la más valorada e influyente sobre músicos como el mencionado Corelli o el mismísimo Johan Sebastian Bach.
Gran parte de la obra musical de Albinoni fue guardada en la Staatsbibliothek Dresden, la Biblioteca Estatal de Dresde, en Alemania, que sufrió los terribles bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial y quedó destruida. Y aquí empieza la increíble historia del “Adagio de Albinoni”.


Albinoni – Adagio in G minor – Berliner Philharmoniker, Herbert von Karajan
Remo Giazotto era un prestigioso musicólogo italiano, intelectual y crítico musical, co-editor de la Nuova Rivista Musicale Italiana, presidente del comité de la RAI, profesor de Historia de la Música en la Universidad de Florencia, miembro de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia, director de programas internacionales de la Unión Europea de Radiodifusión, y uno de los mayores expertos del mundo en la figura del músico veneciano, del que, además, fue su biógrafo, así como lo había sido también de Vivaldi.
Se pasó buena parte de su vida tras las huellas de Albinoni y sus obras, clasificando y catalogando toda su producción, y rescatando todo el material que podía. Así en 1945, mientras revolvía los escombros de las ruinas de la Biblioteca de Dresde, encontró un fragmento de un movimiento lento de una sonata a trío de Albinoni, que se reducía al pentagrama del bajo y seis compases de una breve melodía.
Sobre la base de esos fragmentos, Giazotto compuso entonces el famoso Adagio, aunque él siempre insistió en que solo había efectuado arreglos sobre el material de Albinoni que había descubierto, y la prestigiosa discográfica italiana Casa Ricordi lo editó en 1958, acreditándose la obra al compositor barroco, por expreso pedido de Giazotto. Esta celebérrima pieza es la única que ha escrito Giazotto, y nos preguntamos por qué este hombre no aprovechó su talento para componer otras obras.



De todas formas, algunos expertos encuentran en el Adagio de Albinoni (o de Giazotto), ciertas semejanzas con el comienzo del segundo movimiento del “Concierto para dos Trompas, Cuerdas y Continuo en Fa Mayor, RV 538” de Vivaldi, y con el “Adagio Sostenuto del Trio en Sol Menor, Opus 33 para piano, violín y violoncelo”, de la compositora francesa Louise Farrenc escrito entre 1841 y 1844. También le adjudican similitudes con el aria “Est is vollbracht” de “La Pasión según San Juan” de Bach.
Adagio sostenuto’ from Trio no 1, opus 33 (1844) – music by Louise Farrenc – perf. Trio Fibonacci in concert at the Bourgie Hall
La similitud se puede apreciar en el 1:06 de este audio.
Concerto for 2 horns, strings & b.c. in F major (RV 538) – I. Allegro II. Largo- music by Antonio Vivaldi – perf. Modo Antiquo
La similitud se puede apreciar en el 3:32 de este audio.

Sea cual fuere la razón por la que Remo Giazotto decidió adjudicar el Adagio a su admirado Albinoni, resulta curioso que esta sea la pieza más famosa del compositor veneciano, ya que su obra fue extensa e importante, e influenció, como vimos, a varios de sus conspicuos colegas de la música clásica.
Es de suponer, además, que el bueno de Peter Weir no haya tenido para nada en cuenta esta historia cuando seleccionó el Adagio de Albinoni para musicalizar su relato antibélico de Gallipoli.