Chaplin, autor y editor de música
«Tom Harrington entró a mi servicio un poco casualmente; pero iba a desempeñar un papel muy importante en un cambio fundamental de mi vida. Había sido ayuda de cámara y criado para todo de mi amigo Bert Clark, actor inglés de music-hall, contratado por la Compañía Keystone. Bert, vago y poco práctico, era un excelente pianista, y me había hablado en una ocasión de que me asociara con él en un negocio de ediciones de música. Habíamos alquilado una habitación en el piso tercero de un edificio de oficinas en el centro; habíamos tirado dos mil ejemplares de dos canciones muy malas y de algunas composiciones musicales mías. El negocio era un absurdo. Creo que vendimos tres ejemplares: uno al compositor americano Charles Cadman y los otros dos a dos personas que pasaron casualmente por delante de nuestra oficina, al bajar la escalera. (Pág. 219). Nueva York, 1917».
La fascinación de componer
«Por fin quedó terminada Luces de la ciudad; sólo faltaba grabar la música. Una ventaja del cine sonoro era que yo podía controlar la música; de modo que compuse mi propia música. Intentaba hacer una música elegante y romántica para acompañar mis comedias, en contraste con el carácter del vagabundo, pues una música elegante daba a mis películas una dimensión emocional. Los adaptadores musicales raras veces comprendían esto. Quería que la música fuera alegre. Pero les expliqué que no quería competencia, que exigía que la música fuera un contrapunto de gracia y encanto para expresar el sentimiento, sin el cual, como decía Hazlitt, una obra de arte es incompleta».
«A veces un músico se ponía a pontificar conmigo y hablaba de los intervalos limitados de la escala cromática y de la escala diatónica; yo le cortaba con una observación de profano: “Lo importante es la melodía; el resto es simple acompañamiento”.
«Después de poner música a una o dos películas empecé a considerar la partitura de un director de orquesta con ojos de profesional y a saber si una composición estaba superorquestada o no. Si veía muchas notas en los instrumentos de metal y en los de madera, decía: “Hay demasiado negro en el metal” o “demasiado recargado en la madera”.