
El caso de Jesi Nelson es paradigmático. Las mujeres que escriben música para el audiovisual soportan un retraso de, al menos, cuarenta años en relación a sus colegas masculinos. Cuarta entrega de este estudio sobre la incidencia de la mujer en la música de cine.
HEROÍNAS
Mujeres compositoras de bandas sonoras
PARTE IV: Las piernas de Jesi Nelson
por Lamberto Del Álamo
Las piernas (y el talento) de Jesi Nelson
Jesi Nelson es una joven y prometedora compositora nacida en Corea, criada en Wisconsin y residente en Los Ángeles que ha estudiado música para el audiovisual en el Sundance Institute, becada por esta institución y la Time Warner Foundation. En su currículo figura haber participado en el prestigioso Taller de Compositores ASCAP. Como recompensa a su aprovechamiento, recibió el encargo de la partitura para el largometraje Jinn (Nijla Mumin, 2018).

A lo largo de este tiempo de formación continuada esta notable compositora emergente confiesa haber escuchado algún comentario machista acerca de sus piernas, mientras asumía un rol subordinado cuando, en realidad, desempeñaba trabajos de mayor responsabilidad, como es el de dirigir una sesión de grabación:
“Si trabajo siete días a la semana, 18 horas al día, y cumplo profesionalmente, me molesta que alguien resuma todo esto en unas palabras que tienen que ver con mi aspecto. En ocasiones pienso por qué continúo haciendo todo esto. El caso es que me gusta demasiado, así que no me detendré.”
El caso de Jesi Nelson es paradigmático. Las mujeres que escriben música para el audiovisual soportan un retraso de, al menos, cuarenta años en relación a sus colegas masculinos y, salvo excepciones y a día de hoy, todavía no están plenamente integradas en la industria cinematográfica, al menos en lo que respecta a su participación en largometrajes.
Muchas de ellas sienten que, con demasiada frecuencia, son ninguneadas por el sistema, lo que les ha hecho asociarse para defender sus derechos, como ha sucedido en USA con la AWFC (Alliance for Women Film Composers) y en España con la AMCE (Asociación de Mujeres Creadoras de Música en España). Visto el panorama no es extraño que este tipo de agrupaciones adopten posturas abiertamente feministas para conseguir una igualdad real.
Las dificultades de las compositoras cinematográficas no son demasiado ajenas a las de las mujeres en otros ámbitos laborales: prejuicios, maternidad, cargas familiares… Estas trabas, junto a la inercia de una profesión abrumadoramente dominada por el género masculino, hacen que en muchas ocasiones desempeñen trabajos considerados como “menores” dentro de la composición para el audiovisual (anuncios, cortos, documentales, etc.) y muy pocas hayan accedido a la participación en largometrajes de calidad y ampliamente distribuidos por todo el mundo.
Con mucha suerte escriben partituras para la industria cinematográfica de sus respectivos países de origen, sin conseguir demasiada repercusión a nivel mundial. Y, por supuesto, son muy pocas las que dan el salto al mercado estadounidense. Este es el caso, por ejemplo, de Béatrice Thiriet, una compositora madura (nació en 1960) con más de veinte largometrajes en su haber y solo alguna esporádica incursión en producciones no francesas.

La partitura de Thiriet con más repercusión internacional fue la de Bird People del director francés Pascale Ferran, que obtuvo una nominación a Mejor Banda Sonora Original en los Premios César de 2014.
Es evidente que existe una enorme variedad de razones para la desigualdad, desde el sexismo institucionalizado hasta la falta de modelos femeninos a seguir, sin olvidar los condicionamientos sociales tradicionales que inducen a concebir a la mujer como cuidadora más que como protagonista en función de su valía profesional.
Por otra parte, cuestiones como la dependencia económica y afectiva pueden estar en el origen de carreras que acaban de forma prematura, como en el caso de Vivian Kubrick.
Vivian compuso la banda sonora de La chaqueta metálica, firmando como Abigail Mead, pero no quiso escribir la partitura para Eyes Wide Shut, a pesar de que el director intentó convencerla con una carta de ¡cuarenta folios!

Parece claro que a Vivian Kubrick no le agradaba trabajar de nuevo al lado de su padre.
Los instrumentistas se sitúan varios peldaños por debajo de los compositores en lo que se refiere a la repercusión mediática. La colosal maquinaria de Hollywood ha empleado a músicos de estudio de manera recurrente para la grabación de bandas sonoras.
Se trata de instrumentistas de enorme calidad cuyo nombre, si aparece, lo hace en los últimos lugares de los créditos. Entre ellos siempre ha habido intérpretes femeninas muy sobresalientes. Este es el caso de Carol Kay, bajista norteamericana que participó en unas 10.000 sesiones de grabación a partir de la década de 1950.
El bajo de Carol Kay suena en muchas bandas sonoras. En la introducción del tema principal de Misión Imposible (escrito en un característico 5/4) su protagonismo es indiscutible.

Ni siquiera las compositoras de bandas sonoras más veteranas han llegado a conocer la época dorada de Hollywood, cuando los estudios cinematográficos contaban con un potente departamento musical que daba trabajo a compositores, arreglistas, directores musicales e intérpretes. En esos tiempos (durante las décadas de 1930 a 1960) compositores como Alfred Newman, Adolph Deutsch o Franz Waxman disfrutaban de un alto estatus y cobraban fabulosas sumas por estampar su firma en partituras que, con frecuencia, eran trabajadas por un cualificado equipo de colaboradores. En la década de 1990, cuando finalmente las dos primeras mujeres consiguen un Óscar, lo hacen como freelance y sin el respaldo de ninguna compañía cinematográfica.
En la actualidad las compositoras cinematográficas (y también sus colegas masculinos) llevan una vida posiblemente menos segura desde el punto de vista económico y bastante más libre en lo que respecta a lo artístico. Sus trabajos para la gran pantalla se alternan con música para la televisión, documentales, cortos, videojuegos y también para las salas de concierto.
Tal y como siempre ha sucedido, todavía es frecuente que los directores escojan a músicos de su agrado para componer la banda sonora de sus películas. Y resulta cada vez más normal que esta elección recaiga sobre una mujer, formando binomios muy productivos.
Un cierto número de las mujeres que escriben partituras para el cine proceden del ámbito tanto de la música culta como de la popular y de manera natural han trasladado su talento a la composición para el audiovisual. Este el caso de la rockera británica Mica Levi o de la cantautora norteamericana Tamar-Kali, otro de los valores emergentes en un entorno masculino y predominantemente blanco.”

En la actualidad muchas mujeres siguen trabajando en la sombra para sus más reconocidos colegas masculinos, como compositoras, arreglistas o directoras musicales, pero un grupo también muy numeroso desarrolla una carrera autónoma y cada vez más reconocida. Ya no necesitan demostrar nada, puesto que se mueven con soltura en las tareas más variadas y en géneros muy diversos.
En 2019 la turca Pinar Toprak se convirtió en la primera mujer en componer la banda sonora para una película de Marvel. Concretamente para la vigesimoprimera del Universo Cinematográfico Marvel: Capitana Marvel. Música de acción para una heroína intergaláctica compuesta por una joven nacida en Estambul que desarrolla su trabajo sin prejuicios ni autolimitaciones.

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por Lamberto Del Álamo
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