Su forma de ser, el hecho de pertenecer a la nobleza española (con sus familiares hablaba en francés), y su afán por incorporar músicas antiguas a sus propias bandas sonoras, le han granjeado la envidia y el recelo de muchos músicos, e incluso cuando fue nominado cuatro veces a los premios Goya ha sufrido protestas y sus candidaturas fueron contestadas con el pretexto de que la cantidad de música original que ha escrito no cubre los mínimos exigibles. Esas nominaciones fueron por sus trabajos para los filmes Remando al viento (1988) y Don Juan en los infiernos (1991), ambos de Gonzalo Suárez; y El Dorado (1988) y Ay Carmela (1990), ambos de Carlos Saura.
Massó toca instrumentos antiguos como la tiorba (semejante al laúd barroco) y la zanfona (perteneciente a la familia de los cordófonos frotados, muy extendido en la música popular europea).
Su incursión en el cine se limitó a una estrecha colaboración con Jaime de Armiñan en casi toda su filmografía y en la dirección musical de los temas antiguos de Teresa de Jesús, la serie televisiva de Josefina Molina con Concha Velasco, cuya banda sonora era de José Nieto, y que Massó se atribuyó, generando gran revuelo.