Drácula de Bram Stoker / Bram Stoker’s Dracula. Francis Ford Coppola, 1992. EEUU. Con Gary Oldman, Wynona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Sadie Frost.
La inflexibilidad del metrónomo monopoliza la película y, de manera puntillosa, tiraniza el virtuosista prólogo en Transilvania, que parece ajustarse, durante sus cinco minutos (y algún segundo) a un plan meticuloso preconcebido, buscando el impacto a base de esteticismo, estridencias y sobreactuación.
El distanciamiento irónico (menos crítico de lo que se pretende), con la socarronería desde la que se observa la época victoriana, sus «enormes sables» y sus damitas reprimidas, representa otro escollo difícil de vencer a la hora de tomar en serio el filme.
A la coartada intelectual de (falsa) adaptación cinematográfica sobre una novela de prestigio se le une el proceso fílmico imitativo de modelos anteriores. Poco importa que Coppola acepte el proyecto como encargo pues lo asume, aunque sea tras la mirada de un espectador que observa desde fuera, tratatando de desmantelar el proceso mitómano que le fascinó siendo niño (cuando visionó otras adaptaciones, en particular la de Browning con Lugosi).