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Crítica.

Sinopsis:  En el año 2045, el joven Wade Watts y el resto de sus congéneres intentan escapar del sombrío y deprimente mundo real en el que viven a través de la fantasía virtual que crea el videojuego OASIS, ideado por el multimillonario cibernético James Halliday, quien al fallecer, deja un extraño y, a la vez, esperanzador legado: aquel que utilizando su inteligencia, logre encontrar tres llaves ocultas en distintos enigmas basados en la cultura de fines del siglo XX, obtendrá el “easter egg” y se quedará con la inmensa fortuna del fundador y con el mundo virtual de OASIS. La competencia que se inicia contará con miles de participantes, que utilizarán sus respectivos “avatares” para jugar el juego de sus vidas.

READY PLAYER ONE (2018)

La nostálgica frialdad de la realidad virtual

por Eduardo J. Manola

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La novela de Ernest Cline, que construye un universo virtual sobre los restos de la humanidad, se convierte, en manos de Steven Spielberg, en un recorrido nostálgico y colorido por los más trascendentales iconos cinematográficos y populares de los ya míticos años ochenta. A través de un verdadero carrusel de guiños y símbolos, especialmente advertibles para los cinéfilos, pero que el espectador común más o menos avispado disfrutará de igual manera, el más prolífico y célebre exponente de aquélla década, hacedor de mega-éxitos y padre de muchos de los personajes más entrañables y populares de todos los tiempos, nos conducirá, a toda velocidad, por las carreteras de la imaginación.

 

Con los ojos más abiertos que nunca, luego de unos minutos iniciales en los que se nos presenta al personaje principal Wade Watts/Parzival (Tye Sheridan), y se nos plantea la base argumental, asistimos a un bombardeo incesante de realidades virtuales y ficciones fantásticas, como si de un gigantesco caleidoscopio se tratara. Este mundo de 2045, imaginario, anodino e injusto, tiene al entretenimiento como vía de escape, así como en esta actualidad tan nuestra, la fuga de algunos miles de almas insatisfechas, se corporiza en las alucinógenas autopistas de la droga. La crueldad subyacente es la misma. La salvación latente, también.

 

Es que cuando James Halliday/Anorak (Mark Rylance), una especie de “nerd” émulo de Steve Jobs, creador de ese universo paralelo llamado OASIS, fallece prematuramente condenando a la humanidad a una existencia sin rumbo, deja su testamento en la forma de un intrincado acertijo oculto en la maraña de su propia creación. Quien lo desentierre, buceando en las adivinanzas desperdigadas por el gigantesco rompecabezas informático, en una suerte de caza del tesoro virtual, se quedará con la fortuna del multimillonario fundador. Lo que sigue, obvio es decirlo, será una vertiginosa carrera contrarreloj, protagonizada por una infinidad de variopintos avatares contendientes compitiendo entre sí y contra Sorrento, el villano de turno (un siempre efectivo Ben Mendelsohn), a través de distintos ambientes virtuales, llenos de colorido e imaginación en lo que a diseño de producción se refiere.

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Sin embargo, la textura digital que se le imprime al film tiene tal densidad que, por momentos, torna inexpresivos y falsos los escenarios, a pesar incluso de su excesiva brillantez, llevándonos a un paulatino agotamiento visual, que recuerda la agobiante puesta en escena de A.I.: Artificial Intelligence (A.I. Inteligencia Artificial, 2001) del propio Spielberg, de igual manera fallida en ese sentido. También Ready Player One debe buena parte de su diseño a otra cinta del director, Minority Report (2002), de la que bebe en su aspecto futurista y tecnológico virtual.

 

Por otro lado, cierto es que se aprecia cierto tufillo al estilo de las sagas cinematográficas de El Señor de los Anillos y Harry Potter, especialmente en las secuencias en las que aparece Halliday convertido en una especie de Gandalf o Dumbledore, que premia al ganador de cada etapa del juego entregándole la llave correspondiente y la nueva pista a seguir. Si bien Spielberg acierta al no incluir referencias más evidentes a sus propias películas, lo que seguramente hubiera sido aprovechado por sus detractores de siempre para atacar la cinta y sostener que se trata de un vanidoso auto-homenaje, cabe destacar que aquí podría recriminársele un abuso de la parafernalia melancólica, que nos recuerda cuando se lo criticaba por su excesivo uso del melodrama, por ejemplo en The Color Purple (El color púrpura, 1985) y Always (Siempre, 1989).

 

Sin embargo, dosifica inteligentemente las demás referencias a los años ochenta y a los mitos iconográficos del cine, el pop, la televisión, los cartoons y los videojuegos que, por cierto, son muchísimas: Del cine vemos al DeLorean de Back to the Future que conducía McFly, aquí convertido en el vehículo del protagonista virtual Parzival que participa en las carreras; el fantasma de Beetlejuice de Tim Burton; los avatares de James Cameron; los Goonies; Super-8 de J.J.Abrams;  el Alien con el que Art3mis/Samantha (Olivia Cooke) asusta a Parzival; los Gremlins de Joe Dante; varios monstruos como el T-Rex de Jurassic Park, el King Kong clásico de 1933, Mechagodzilla (que además se presenta con la marcha de Godzilla de Akira Ifukube de la película original de 1954); los celebérrimos esqueletos del maestro Ray Harryhausen de Jason y los Argonautas; Robocop y El Gigante de Hierro (que saca su pulgar de la lava en alusión a Terminator 2); Misión Imposible; Cocktail; el robot Robby de Forbidden Planet; el auto de Christine de Carpenter y la moto de Tron; los Stormtroopers y R2 D2 de Star Wars; los iconos del “slasher” Freddy Krugger, Jason de Martes 13 y Chucky el Muñeco diabólico; posters de El último gran héroe de Schwarzenegger; referencias por comentarios o frases al Halcón Milenario, los Padawan de Star Wars; El Cristal Encantado de Jim Henson; el planeta Arrakis de Dune; Rosebud de Citizen Kane; La Mosca de David Cronenberg; Animal House y Say Anything; alusiones a Clark Kent, Batichica, Mad Max, las Tortugas Ninja, El Club de los Cinco de John Hughes, Fiebre del Sábado a la Noche con el mítico baile de John Travolta y la canción de los Bee Gees; aparecen Lara Croft, el Guazón, Harley Quinn, Jill Valentine de Resident Evil y Buckaroo Banzai cuando Parzival aparece vestido con el traje de su personaje; el samurái Daito, uno de los compañeros de Parzival, es la viva imagen de Toshiro Mifune; y una mención especial a la icónica frase de Excalibur de John Boorman, que recitaba la hechicera Morgana (Helen Mirren) para congelar al mago Merlin: “ahnal natraj, cutvaz besud, tohiel iembé”.  

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Referencias a los cartoons encontramos cuando Wade luce un cinturón de los Thundercats; el Mach 5 de Speed Racer (Meteoro); Marvin el Marciano de Looney Tunes;  Voltron; He-Man. Las series de televisión se homenajean a través de las apariciones del batimóvil del Batman de Adam West; la nave de Battlestar Galactica; Kit el Coche Fantástico; la camioneta Van de El Equipo A; el escudo de El Gran Héroe Americano; la nave Serenity de Firefly; y el anime Gundam con una importante participación en la batalla final.

 

Los videojuegos tienen su lugar referencial con Centipede, Space Invaders, Minecraft, Final Fantasy, Motorcross, Goldeneye 007, Pitfall, y Adventure de la consola Atari 2600.  La mismísima banda sonora de la película, en manos del siempre efectivo Alan Silvestri (creador por su parte de míticos scores de buenos exponentes de la década ochentosa), incluye una lista de temas no menos iconográficos: «Jump» de Van Halen, «Tom Sawyer» de Rush, «Stayin’alive» de Bee Gees, «Stand on it» de Bruce Springsteen y «Everybody Wants to Rule the World» de Tears for Fears, entre muchos otros. Y no podía faltar el detalle pop: el protagonista aparece vestido como Prince en Purple Rain y Michael Jackson en» Thriller».

Recordemos que John Williams, el célebre compositor de casi todas las películas de Spielberg, no pudo encargarse de la música de Ready Player One, justamente porque estaba trabajando en otra de las cintas del director, The Post (The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, 2017). Así, la banda quedó en manos del mentado Silvestri, que creó una partitura con su personal estilo, potente en lo percusivo y grandilocuente en lo orquestal, a la que llenó de guiños musicales de las películas homenajeadas, incluidas Back to the Future, la mejor de su discografía, que lo lanzó a la fama en 1985.

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Pero la secuencia referencial más importante, la más creativa y que eleva la calidad del film, es la que lleva a los personajes, en su afán de pasar una de las pruebas y conseguir la llave de Jade, al Hotel Overlook de la película The Shining (El resplandor, 1980) de Stanley Kubrick. En una vertiginosa y logradísima secuencia, Spielberg nos recrea varias de las famosas escenas de la obra maestra de Kubrick, de quien fuera amigo durante 19 años, desde que lo conociera en el set de filmación justamente de El Resplandor, cuando iba a inspeccionar el escenario que se estaba montando allí cerca para rodar Raiders of the Lost Ark (Los cazadores del arca perdida, 1981).

 

A la muerte de Kubrick, ocurrida en 1999, Spielberg asumió el proyecto de A.I. Inteligencia Artificial, que su amigo había dejado inconcluso, y en Ready Player One vuelve a homenajearlo. Parzival y sus compañeros entran en el hotel, y uno de ellos, Aech, se encuentra con las mellizas en el famoso pasillo que luego se inunda con un alud de sangre, queda atrapado dentro de la terrorífica habitación 237 y es atacado por la joven desnuda que se convierte en una anciana putrefacta, cae en el laberinto de setos nevados, y es rescatado milagrosamente de los hachazos del trastornado Jack Torrance (el personaje de Jack Nicholson). La mejor secuencia de la película. Por lejos.

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Como dato curioso surge el hecho de que, en 2016, Spielberg le había ofrecido a Gene Wilder el papel de Halliday, pero el inolvidable Dr. Frankonstin de El Jovencito Frankenstein lo rechazó amablemente y falleció unos días después, impidiendo que Ready Player One se convirtiera en el regreso de Wilder al cine desde su alejamiento en 1999. Michael Keaton fue la segunda opción, pero finalmente el personaje quedó en manos de Mark Rylance, un insípido actor de reparto, ignoto hasta que se transformó en actor fetiche de Spielberg desde su colaboración en Bridge of Spies (El puente de los espías, 2015), por la que ganó un Oscar (injustamente negado a Sylvester Stallone por su magnífico trabajo en Creed), y la intragable The BFG (El buen amigo gigante, 2016). A su vez, resulta insólito pensar que Spielberg no fue el primer nombre barajado para dirigir la película, que era ideal para él, sino que la lista incluía a Robert Zemeckis, Christopher Nolan y Peter Jackson. 

 

Por su parte, los aspectos técnicos de la producción son inobjetables, empezando por los efectos especiales absolutamente impactantes, con una sobredimensionada cantidad de personajes, máquinas, monstruos, jugando en amplios planos generales, y abrumadoras escenas de acción y batallas, y el cuidadísimo diseño de las localizaciones, ambientes idealizados y fantásticos, donde se dio rienda suelta a la creatividad de los especialistas implicados. La maestría de Spielberg se nota claramente en las escenas de las carreras, filmadas con la habitual solvencia del maestro del cine de aventuras, y que se despliegan en la pantalla como verdaderas coreografías, extrayendo al máximo las posibilidades técnicas de los efectos digitales.

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Lo peor de la cinta está, sin embargo, en el guion, muy poco desarrollado, casi descuidado, con soluciones infantiles de las situaciones que se plantean, que descarta buena parte de la novela en beneficio de la acción y el entretenimiento, como por ejemplo el tema central de la soledad que, en el libro, se mantiene constante, junto a la dificultad de Wade de hacer amigos en el mundo real, hasta que casi al final descubre, a través de una conversación con Ogden Morrow (Simon Pegg en la película), el adlátere de Halliday, qué es lo que realmente importa de las personas. Es increíble que Ernest Cline, que a su vez ficha como co-guionista, haya aceptado los profundos cambios que se hicieron a su novela. La adaptación cinematográfica se olvida casi por completo de dibujar, cuanto menos mínimamente, a los personajes, que en el libro son mucho más ricos. Es muy difícil empatizar con alguno de ellos, ya que todos resultan extremadamente vacíos, como si se tratara de sus avatares virtuales. No hay forma alguna de meterse en la piel de Parzival/Wade Watts, el personaje no tiene alma, ni carisma. Es solo un elemento que conduce fríamente la trama a través de sus peripecias, pero que no logra conectar como lo hacía, por ejemplo, el inolvidable Marty McFly de Michael J. Fox de Regreso al Futuro. Justamente, esa entrañable película tenía lo que no tiene Ready Player One. Recién en el desenlace, uno siente algún atisbo de emotividad, de la mano de las escenas en que los avatares se humanizan y se conocen entre sí.

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En síntesis, la película no defrauda tanto a los seguidores incondicionales de Spielberg, como a los fanáticos de la novela de Cline. Entretiene, no cabe duda, aunque empalaga visualmente por momentos. Presenta escenas de gran creatividad que podrían convertirse con el tiempo en antológicas, pero esa creatividad brilla por su ausencia en el aspecto narrativo, más aún cuando se permitieron modificar sustancialmente la novela. Impresiona y sorprende con la catarata de referencias al mundo del cine y la cultura pop, y con su espléndida banda sonora, repleta de guiños musicales.

 

Se me hace que Ready Player One es de esas películas que comienzas a valorar cuantas más veces las visionas. De esas que unos aman y otros odian. Es un collage cinematográfico, una especie de gran linterna mágica, aquella de los inicios del cine, que jugaba con las luces y sombras, haciendo trabajar la imaginación. Pero se siente fría. Casi tan fría como la realidad virtual en la que los avatares intentan sepultar la otra realidad. La del día a día.

Título Original: Ready Player One. Dirección: Steven Spielberg. Producción: Amblin Entertainment, De Line Pictures, Dune Entertainment, Farah Films & Management, Reliance Entertainment, Village Road Pictures, Warner Bros. Productores: Bruce Berman, Rick Carter, Ernest Cline, Donald De Line, Christopher DeFaria, Dan Farah, Daniel Lupi, Kristie Macosko Krieger, Jennifer Meislohn, Adam Sommer, Steven Spielberg. Guión: Zak Penn, Ernest Cline. Basada en la novela de: Ernest Cline. Diseño de Producción: Adam Stockhausen. Director de Fotografía: Janusz Kaminski. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn.  Música: Alan Silvestri. Vestuario: Kasia Walicka-Maimone. Casting: Lucy Bevan, Ellen Lewis. Efectos especiales: Industrial Light & Magic, Animatrik Film Design, Virtuos, Digital Domain, Territory Studio, Aaron Sims Creative, The Third Floor, Framestore, Photon, Stereo D, Direct Dimensions. Intérpretes: Tye Sheridan (Parzival/Wade), Olivia Cooke (Art3mis/Samantha), Ben Mendelsohn (Sorrento), Lena Waithe (Aech/Helen), T.J.Millerv (I-Rok), Simon Pegg (Curator/Ogden Morrow), Mark Rylance (Anorak/Halliday), Philip Zhao (Sho), Win Morisaki (Daito), Hannah John-Kamen (F’Nale Zandor), Ralph Ineson (Rick), Susan Lynch (Alice), Clare Higgins (Mrs. Gilmore), Laurence Spellman (Lame Tattoo Guy), Perdita Weeks (Kira), Kit Connor (Reb kid), Ronke Adekoluejo (Sorrento’s assistant). Nacionalidad y año: Estados Unidos 2018. Duración y datos técnicos: 140 min. Color 2.39:1 2D/3D.

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