Luego del éxito obtenido con Pépé le Moko (1937), la entretenida historia de un astuto gángster y maestro ladrón que vive en Argel, interpretado por el gran Jean Gabin, Julien Duvivier fue invitado por la MGM a dirigir El Gran Vals. A partir de este encargo, Duvivier se quedó en América y comenzó una breve carrera en Hollywood, mientras Europa sufría los estragos de la Segunda Guerra Mundial, lo que le ocasionó algunas críticas y cuestionamientos a su patriotismo cuando regresó a Francia terminada la contienda.
Tampoco le resultó fácil hacer cine en Hollywood pues, por la forma en que se hacían las cosas allí en ese momento, hubo de someter sus películas al control artístico de los Estudios, cosa que no era del agrado de personalidades como el director francés, dueño de un prestigio ya consolidado en su país y con libertades creativas ya internalizadas.
Venerado por colegas legendarios como Ingmar Bergman y Jean Renoir, Julien Duvivier fue uno de los «Cinco Grandes» del cine clásico francés, junto a Renoir, Rene Clair, Jacques Feyder y Marcel Carne. Continuó trabajando en Francia durante el resto de su vida, recuperando finalmente el éxito con películas como la saga de Don Camilo, vehículo para el lucimiento de Fernandel. Murió a los 71 años en un accidente de tránsito cuando acababa de terminar la producción de su proyecto final, Diaboliquement vôtre (1967), dejando un legado viviente en el corazón de los verdaderos cinéfilos.