
Tercera entrega de HEROINAS: Mujeres compositoras de bandas sonoras, en el que el musicólogo Lamberto Del Alamo continúa su análisis del trabajo femenino en el mundo de la música de cine. En este caso, se profundiza en la tarea de algunas de esas compositoras y su aporte concreto en diferentes películas.
HEROÍNAS
Mujeres compositoras de bandas sonoras
PARTE III
por Lamberto Del Álamo
Lo que aportan ellas
En muchos campos de la actividad humana, tradicionalmente dominados por el hombre, los rasgos estereotípicamente masculinos son más valorados. En estos campos, en el que incluiremos la composición musical para el cine, lo que se entiende como estándar masculino es un valor casi absoluto, considerándose los rasgos femeninos como una desviación respecto a la norma. Así que habrá que admitir que, aunque ni la música ni las emociones tienen género, las experiencias reales y las condiciones de vida de las mujeres condicionan forzosamente su producción artística.
Esto lo ha entendido muy bien Doreen Ringer-Ross, ejecutiva de la división de música cinematográfica de la Broadcast Music Inc., una organización que administra los catálogos de muchos de los mejores compositores de Hollywood. Ringer-Ross afirma:
“El trabajo de un compositor es interpretar la emoción de las cosas, musicalmente”, para añadir a seguido: «Las mujeres tradicionalmente son muy buenas haciendo eso”.
En efecto, y en mi opinión, las compositoras aportan un plus de sensibilidad tan difícil de definir como fácil de observar cuando conoces y analizas un buen número de bandas sonoras escritas por mujeres. ¿Tiene esto que ver con las bases biológicas de lo masculino-femenino? ¿Está relacionado con circunstancias ambientales?… Lo ignoro pero, así como la mujer está muy capacitada para expresar emociones en la vida real, pienso que también es capaz de transmitirlas por medio de la música y de una forma puede que distinta respecto al hombre.
Aceptando que este primer rasgo es discutible, existe otra consideración (ésta más fácil de defender) y es esa que lleva a los seres humanos a sacar ventaja de situaciones que, a priori, no tienen nada de ventajosas, llevándoles a hacer de la necesidad, virtud. Como es sabido, las situaciones comprometidas estimulan la creatividad e impulsan a buscar soluciones imaginativas.

Nora Orlandi (1933) es una veterana compositora italiana especializada en spaghetti western y thrillers eróticos. Sus partituras no son de Óscar, pero tienen aspectos muy característicos como los fantasmales temas acentuados por vocalizaciones y la utilización distorsionada del órgano Hammond para sugerir ambientes turbios.

Otra de las ventajas de partir en desventaja es que, casi inevitablemente, te ves en la necesidad de explorar caminos no demasiado transitados, lo cual lleva, también inevitablemente, a la experimentación. Puede que esta sea una de las explicaciones que justifique la fuerte presencia de mujeres en la avanzadilla compositiva para el audiovisual.
¿Quieren nombres?, pues ahí van algunos:
En 1968 la norteamericana Wendy Carlos (1939) publica Switched-On Bach, disco pionero en la utilización de sintetizadores como alternativa a la orquesta, algo que no le pasó desapercibido a Stanley Kubrick, quien la llamó para la banda sonora de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971). Mucho menos conocida, su compatriota Suzanne Ciani (1946), fundadora del Electronic Center for New Music, es otra pionera de la música electrónica.
La británica Delia Derbyshire (1937-2001), calificada como “escultora sonora” contribuyó a popularizar la música electrónica desde su trabajo en el Taller Radiofónico de la BBC. Plenamente integrada en la industria cinematográfica norteamericana, Shirley Walker (1945-2006) alternaba su trabajo como compositora, orquestadora y directora de orquesta con la programación de sonidos sintetizados y la ejecución de obras con el sintetizador.

La cantante y compositora australiana Lisa Gerrard (1961), de cuya voz pudimos disfrutar en Gladiator, combina New Age, barroco, canto búlgaro, gregoriano y Ethereal Wave, obteniendo resultados sorprendentes que la hacen muy solicitada por grandes compositores como Hans Zimmer. Por su parte la inglesa Mica Levi (1987) conjuga el pop experimental con vanguardias tan “clásicas” como las de Xenakis o Cage, dando a sus trabajos un toque muy personal.
Al otro lado del mundo, en Japón, Yoko Shimomura (1967) se las ingenia para entreverar a Beethoven, Ravel o Chopin con sonidos industriales, sin olvidar sus raíces, en sus trabajos para el mercado de los videojuegos, cine y televisión. En la vecina Francia Émilie Simon (1978) ha captado la atención de los directores de cine gracias a su peculiar cóctel de Synthpop, música electrónica experimental y algún que otro sutil toque de Chanson.


Las partituras de la trompetista australiana Olga Neuwirth (1968), especialista en instalaciones sonoras y multimedia, son particularmente apropiadas para thrillers psicológicos como Kill Daddy Goodnight (M. Glawogger, 2009).

La innovación es consecuencia lógica de la experimentación y también del contacto con corrientes musicales muy diversas, otra de las señas de identidad de las mujeres compositoras de nuestros días, muchas de las cuales simultanean su actividad de compositoras para el audiovisual con otros trabajos, principalmente la interpretación y la composición de música absoluta.
Otra paradójica fuente de originalidad es el hecho de trabajar con pocos medios, ya que no siempre es posible contar con una orquesta sinfónica como las que se utilizan en las grandes producciones. Por el contrario, son relativamente frecuentes las bandas sonoras firmadas por mujeres en las que intervienen pocos instrumentos, lo que obliga a buscar soluciones originales, propuestas minimalistas, texturas ligeras con pocos instrumentos muy bien aprovechados.
Como veremos más tarde este es el caso, por ejemplo de la partitura para La buena estrella de la madrileña Eva Gancedo, con una instrumentación muy reducida (quinteto de cuerda, guitarra, piano y oboe) ya que, según la propia compositora, no se podía contratar a una orquesta mayor. Esta instrumentación terminó siendo muy adecuada para modular el tono emocional de la película.

La canadiense Hildegard Westerkamp (1946) es un caso muy particular, ya que no es compositora cinematográfica. Sin embargo sus materiales sonoros han sido incluidos, y con mucho acierto, en películas como Last Days, Elephant o One Woman Waiting. Westerkamp es una investigadora acústica que se considera a sí misma «ecóloga del sonido»
Otra de las peculiaridades que pueden observarse en las bandas sonoras compuestas por mujeres es una cierta predilección por el sonido de las cuerdas, siendo el violonchelo un instrumento cada vez más valorado. ¿Es esto necesariamente un indicador de “suavidad” femenina?… Desde luego que no. Aunque en buena medida la sonoridad de la cuerda se asocie con sentimientos amables, su timbre puede llegar a ser extremadamente hiriente. Bastaría con recordar la célebre secuencia de la ducha en Psicosis, con unos hirientes violines que taladran los tímpanos.
En el caso particular del violonchelo sucede algo parecido. Hildur Gudnadóttir, violonchelista ella misma, supo convertirlo en protagonista absoluto de la banda sonora de Joker, enfatizando su lado más tenebroso y obteniendo su sonido más doliente y oscuro para identificarlo con el desventurado Arthur Fleck. En principio la áspera partitura de esta película parecería poco adecuada para una “sensibilidad femenina” y, a priori, un instrumento como el violonchelo tampoco tendría muchas posibilidades para cargar con toda la carga emocional de un personaje absolutamente desquiciado. Sin embargo la apuesta por Gudnadóttir funcionó tan bien que la islandesa obtuvo un Óscar a la Mejor Banda Sonora, el tercero para una mujer. Su apuesta, que cabría calificar de experimental, funcionó:
“Los directores me piden un tipo específico de sonido o sentimiento…No llaman a mi puerta para que escriba una partitura como lo haría John Williams. Eso me coloca en muy buena posición, porque se me permite ser yo misma.”

HEROÍNAS CONTINÚA EN:
por Lamberto Del Álamo
El caso de Jesi Nelson es paradigmático. Las mujeres que escriben música para el audiovisual soportan un retraso de, al menos, cuarenta años en relación a sus colegas masculinos. Cuarta entrega de este estudio sobre la incidencia de la mujer en la música de cine.
OTROS CAPÍTULOS DE HEROÍNAS:
por Lamberto Del Álamo
Les invito a que tecleen en Internet Movie Database (IMDb) el nombre de los compositores cinematográficos más prolíficos de la historia. Cada uno de ellos compuso la banda sonora de cientos de filmes. Hagan lo mismo con algunas de sus colegas femeninas Rachel Portman o Shirley Walker. Verán la enorme desproporción entre la producción de unos y…
por Lamberto Del Álamo
El número de mujeres compositoras de bandas sonoras es escandalosamente bajo en relación a sus colegas masculinos. Valga como ejemplo el injustificable olvido de muchas de ellas en la bibliografía especializada. En nuestro ámbito es fácil comprobar…
por Lamberto Del Álamo
El caso de Jesi Nelson es paradigmático. Las mujeres que escriben música para el audiovisual soportan un retraso de, al menos, cuarenta años en relación a sus colegas masculinos. Cuarta entrega de este estudio sobre la incidencia de la mujer en la música de cine.