Hércules 1958

Reseña.

Casi siempre elogiamos el díptico sobre Hércules protagonizado por Steve Reeves bajo las órdenes de Pietro Francisci evitando relacionarlo con el tercer «Ercole» del mismo realizador, donde Kirk Morris encarna al hijo de Zeus. Sin embargo, los tres opus formalizan un todo muy coherente que merece estudiarse en conjunto.

Colección péplum

Con él llegó el péplum.

La trilogía de Hércules de Pietro Francisci.

por Josep Ferran Valls

Hércules (Le fatiche di Ercole, Pietro Francisci, 1957). Italia. Con Steve Reeves, Sylva Koscina, Gianna María Canale, Fabrizio Mioni, Ivo Garrani, Arturo Dominici, Mimmo Palmara, Gabrielle Antonini, Lydia Alfonsi.

 

Hablar sobre la obra de («él») Pietro Francisci implica mencionar sus decisivas aportaciones al cine épico italiano inmediatamente anterior a Hércules, boom comercial europeo y gran éxito en el mercado estadounidense, donde fue distribuido por Joseph E. Levine.

 

Junto a otras cintas italianas -en este caso, coproducciones con Francia- debidas al ingenio de Riccardo Freda –Spartaco (Id. / Spartacus, 1953), Teodora, emperatriz de Bizancio (Teodora/ Théodora, impératrice de Byzance, 1953)- o Mario Camerini –Ulises (Ulysses / Ulisse, 1954), por ejemplo, los años cincuenta, gracias al apasionamiento de Francisci, alumbraron los pre-péplums La reina de Saba (La regina di Saba, 1952), que introducía ya las minifaldas plisadas o la lucha de forzudos y donde la jovencísima Leonora Ruffo -luego, heroína en diversos péplums- monopolizaba el primer plano, u Hombre o demonio (Attila / Attila, fléau de Dieu, 1954), visceral aproximación a la figura de Atila que empobrecía la pacata versión norteamericana dirigida por Douglas Sirk.

 

Así las cosas, no resulta extraño el interés mostrado por adaptar junto a Ennio de Concini -en adelante, guionista fundamental a la hora de dar coherencia al épico europeo-, Gaio Fratini y, al parecer, Age & Scarpelli, la mitología griega, en general, y «Las argonaúticas» de Apolonio de Rodas y el mito heracliano, en particular, con (Los trabajos de) «Hércules».

Hércules 1958
Hércules 1958 Pietro Francisci
Pietro Francisci (centro) junto a Steve Reeves (der.) y Primo Carnera (izq.) bromeando durante el rodaje de Hércules y la reina de Lidia

El filme explicita solo dos labores legendarias: el exterminio del león de Nemea más la derrota del toro cretense; las resoluciones, en pantalla, guardan ecos de Sansón y Dalila (Samson and Delilah, Cecil B. DeMille, 1949), película aludida en el cierre de la trilogía Francisci/Ercole. 

 

Puede que Concini y sus colegas -como él mismo apunta- ideasen las tramas peplumitas en ambientes distendidos, entre risas, pero no resulta menos cierto que el libretista, junto a Francisci, buenos conocedores de los clásicos grecolatinos, aplicaron ese bagaje cultural a las historias.

 

Hércules, gracias a la originalidad del guión, a la inventiva puesta en imágenes apoyada en los trucajes o la tan colorista como, por momentos, tenebrosa fotografía de Mario Bava, entremezcla con soltura los mitos del tebano Hércules (mayestático aunque inexpresivo Steve «Mr. Universo» Reeves) -hijo de Zeus y la omitida Alcmena-, con los de Ulises de Ítaca (Antonini) -aquí, imberbe aprendiz del semidiós- y Jasón (Mioni) -junto a los argonautas-.

 

Si bien la mitología implica a Heracles en el viaje a la búsqueda del Vellocino de Oro, el gigante, contrariamente a lo descrito en el filme, no lo completa, escogiendo otro destino, similar al emprendido por el personaje en Jasón y los argonautas (Jason and the Argonauta, Don Chaffey, 1963).

Hercules Unchained 1959 Steve Reeves
Hercules 1958 Steve Reeves

El Ercole perfilado por Concini/Francisci busca casi siempre la compañía, el apoyo de colegas. Por otra parte, se muestra desdeñoso con la condición divina, renunciando a la invulnerabilidad. Ser tan apolíneo como astuto, e incluso galante, su carácter se muestra bien definido durante el primer encuentro con Iole (Koscina), hija del rey usurpador Pelias (Garrani), camino a Iolco, capital de la Tesalia. Hércules frena los caballos desbocados de la viga que conduce la doncella, coqueteando con ella indisimuladamente: «Morderé (la manzana) donde has posado tus labios», afirma, observando a Iole con intención, mientras clava los dientes sobre la fruta.

 

El atractivo físico, la exuberancia, la química sexual entre hombre y mujer se erigen como elementos fundamentales para entender los mejores péplums de «giganti buoni». Aquí se contrapone la beldad serena, rubia de Iole, la atracción hacia el hombre a quien cree responsable de la muerte de su mezquino hermano Ifitos (Palmara, actor que se enfrentaría más veces a Reeves, sin ir más lejos, en la primera secuela de este filme) a la turbulenta sensualidad contenida de la morena Antea (Canale), reina amazona que termina enamorada de Jasón, aún a sabiendas que el destino de las guerreras pasa por eliminar a los hombres con quienes retozan.

 

Para evitar la matanza, el joven Ulises adormece a argonautas y amazonas haciendo servir el mismo recurso empleado mucho después contra su captor, el propio Hércules, en Ulisse contro Ercole / Ulysse contre Hercule (Mario Caiano, 1961): zumo de amapola.

Hercules y la reina de Lidia 1959

Hércules y la reina de Lidia (Ercole e la regina di Lidia, Pietro Francisci. 1959). Italia-Francia. Con Steve Reeves, Sylva Koscina, Sylvia López, Patrizia Della Rovere, Carlo D’Angelo, Gabriele Antonini, Sergio Fantoni y Primo Carnera.

 

A consecuencia del impacto popular/comercial del primer Hércules, prácticamente el mismo equipo emprende el rodaje de la nueva aventura, esta vez con mayores medios. Esto se pone de relieve, sobre todo, en la batalla final por la liberación de Tebas, con el semidiós derribando torres de asalto ayudado por cuerdas con ganchos.

 

Concini y Francisci, inspirándose en «Edipo en Colono» de Sófocles, pero, sobre todo, en «Siete frente a Tebas» de Esquilo y el mito de Onfania, emplean una estructura similar a la del anterior opus. Si en aquel, mientras se entraba en disputa por Iolcos, Hércules y los argonautas intentaban recuperar el Vellocino, siendo retenidos por Antea y las amazonas, en este, a la vuelta de Iolcos, Hércules media en el conflicto que se crea al romperse los turnos de gobierno por regir el trono tebano. Los dos vástagos sucesores del anciano invidente Edipo -amigo del semidiós-, el regente Eteocles (Palmara) y Polinice (Fantoni), no se diferencian demasiado de algunos políticos contemporáneos en la falta de palabra, escrúpulos u honor.

 

Hércules, por deseo de Edipo, intenta hacer llegar el mensaje de paz de Eteocles hasta Polinice, mas se ausenta al caer embrujado por la reina Onfania (López). El joven aunque taimado Ulises permanece junto a él en el reino onfaniano, haciéndose pasar por inofensivo sordomudo, persiguiendo a las doncellas en minifalda y evitando beber el agua mágica que ha privado de memoria al tebano. Iole, por otra parte, queda en Tebas, siendo presa de Eteocles, quien desconfía de la tardanza de Hércules e intenta poseer a la mujer, en principio, infructuosamente.

De nuevo, la lucha de sexos se articula a través de la tirantez erótica. Ahora constituyendo el involuntario triangulo amoroso Hércules/Iole/Onfania que recuerda con mucha fuerza al de

Ulises/Penélope/Circe. La rubia Iole ya ha desposado a Hércules cuando arranca la película. Así pues, el juego de seducción corresponde a la pelirroja Onfania, carnal, exhuberante. 

 

La textura fotográfica de Bava, los cristales pintados simulando decorados, nuevamente, recubren la película con ese aura casi sobrenatural. Los espectrales azules, verdes y rojos dominan el prólogo pre-créditos y el episodio central con Onfania. La mujer mantis asesina amantes para embalsamarlos y así, convertirlos en estatuas humanas. Sin embargo, terminará enamorándose de Hércules.

 

Ello desencadena su propio final al ser rechazada por el griego, quien recupera la memoria merced al celo de Ulises, pues le administra agua limpia. El hundimiento de Onfania, irremediablemente trágico, de tintes terroríficos, nos la muestra inmolándose en el sarcófago repleto de cera hirviendo mientras Hércules, rescatado por los compañeros, zarpa hacia Tebas.

 

Hércules y Hércules y la reina de Lidia se erigen como obras maestras del peplum. Ambas se mecen por la vigorosa pero emotiva partitura de Enzo Masseti. Para el recuerdo, la canción que entona Iole en el prólogo, durante el viaje de novios, «Con te per l’eternità», mientras el marido dormita en la carreta. La comedia deviene otro de los resortes que acierta a pulsar el díptico pues, más tarde, aún rendido de sueño, Hércules permanecerá inalterable frente a la aparición de Primo Carnera, Anteo, furibundo hijo de Gea, quien les cierra el paso por su territorio.

Hercules Unchained 1959 Steve Reeves

Ercole sfida Sansone (Pietro Francisci, 1963). Italia. Con Kirk Morris, Richard Lloyd, Liana Orfei, Enzo Cerusico, Fulvia Franco, Aldo Giuffrè, Andrea Fantasia, Jole Mauro, Halina Zalewska, Loris Loddi, Diletta D’Andrea, Franco Fantasia, Stefania Sabatini.

 

Tanto Francisci como Reeves dejaron de lado a Hércules tras llevar a término el díptico inicial que inauguraba el péplum. Francisci adaptó libremente la historia de Arquímedes en La batalla de Siracusa (L’assedio di Siracusa, 1960), compartiendo, de nuevo, tareas de libretista con Ennio de Concini -al cual se sumó Giorgio Graziosi-. El realizador empleó a la actriz Sylva Koscina, Rossano Brazzi y Tina Louise. 

 

Péplum muy ingenioso, con algunos momentos espectaculares unidos a otros de comedia sexual, no hace sombra a los «Hércules» anteriores aunque saca muy buena nota. Algo parecido podríamos decir sobre Ercole sfida Sansone. Para la ocasión, ya lejanos los inicios del género, que ya experimentaba signos de fatiga, Francisci firma el libreto en solitario, Bava no le auxilia a la cámara -pasando a la dirección de sus propios filmes- sino el competente Silvano Ippoliti, y Angelo Francesco Lavagnino sustituye a Masseti con singular fortuna.

 

Exceptuando algunos actores -Andrea Fantasia como Laertes, rey de Ítaca, o el divertido Walter Grant, o sea, Gian Paolo Rosmino, como el anciano temeroso Esculapio-, el opus carece del reparto original que nutriera los «Ercole» anteriores. No obstante, el realizador sigue fiel a sus constantes argumentales: Hércules (Morris, célebre por múltiples «Maciste») continúa unido a Iole (D’Andrea) -han concebido el pequeño barón, Iro: Loddi -, se hace acompañar por el avispado aprendiz Ulises (Cerusico) -por quien suspira la tierna Penélope (Sabatini)- y su talante se muestra sereno aunque firme.

 

La película confronta las mitologías griega y bíblica, ejerciendo cual crossover entre las aventuras del hijo de Zeus perfilado por Francisci y las del gigante cuya potencia -virilidad- se sustenta en la melena, el danita que popularizó «Sansón y Dalila», visto más tarde en el paródico cóctel de forzudos Combate de gigantes (Ercole, Sansone, Maciste e Ursus, gli invincibili, Giorgio Capitani, 1964) y no en Rocha, el hijo de Sansón (Sansone, Gianfranco Parolini, 1961), pues se trata de personajes distintos.

La premisa se resuelve con buen pulso narrativo a la par que originalidad: Hércules -siempre secundado por Ulises y los amigos comunes- arponea al lobo marino gigante que aterroriza a los pescadores de Itaca. Pero la criatura destroza la nave. El temporal, unido a las corrientes, conduce a los náufragos supervivientes hasta las playas de Judea.

 

Al principio, Sansón (Lloyd, el culturista persa Ilush Khoshabe, de cierto parecido a Victor Mature) cree ver en el semidiós un espía filisteo. Dalila (Orfei, quien aporta la parte de carnalidad femenina, contrastando con los dos colosos semidesnudos; «la mujer en el valle de Soreq», según el Libro de los Jueces), sirviendo a la causa filistea, hará que ambos se enfrenten. La secuencia, ejemplar por el tono desenfadado, modélica en la coreografía de acción, nos revela al mejor Francisci.

Hércules contra Sansón 1963 - Iloosh Khoshabe
Hércules contra Sansón 1963

Tras muchas vicisitudes, ambos terminarán uniendo fuerzas contra los soldados del terror, guerreros a los que, por vestuario, por modos, no resulta difícil asociar tanto a los nazis -los cascos, inequívocos- como a los camisas negras de Mussolini. La película semeja un cómic superheroico -los créditos con líneas de impacto lo certifican-, donde destacan los lances musculares llevados a cabo por estos superhéroes de la antigüedad. 

 

El final apoteósico describe el derribo del templo filisteo sobre las tropas enemigas. Hércules y Sansón unen fuerzas, impulsando con los hombros la madera sobre la que descansa el edificio. Durante el anticlímax, los héroes se separan, respetándose así los diferentes destinos asociados a estos míticos personajes.

 

En modo similar a, pongamos por caso, la trilogía de Quatermass producida por Hammer Films, donde, no obstante, los dos primeros títulos fueron realizados por Val Guest (1955, 1957) y, el tercero, por Roy W. Baker (1967), los «Ercole» de Pietro Francisci, con las inevitables oscilaciones cualitativas provocadas por la distancia, en el tiempo, del díptico inicial y la coda, conforman la serie de Hércules más auténticamente peplumita, pues formalizan con rotundidad la trilogía del creador del género.

Hércules contra Sansón 1963

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