
Las Silly Symphonies (Sinfonías tontas) fueron una serie de 75 cortometrajes de dibujos animados producidos por Walt Disney entre 1929 y 1939, distribuidos por Celebrity Productions y Columbia Pictures, en principio en blanco y negro y más tarde en color, en su gran mayoría inspiradas en la naturaleza, con plantas, animales de granja, insectos, etc., como personajes, y en los que la música, perfectamente sincronizada con sus movimientos, tenía un claro protagonismo
SILLY SYMPHONIES (1929 – 1939) - Parte 1
La danza de los esqueletos (The Skeleton Dance, 1929)
Carl Stalling: Disney en modo macabro
por Eduardo J. Manola
Ya finalizando la década del veinte, Disney buscó con las Silly Symphonies aprovechar las habilidades especiales de una serie de dibujantes que había contratado, que no sabían animar personajes tan bien como sí podían dibujar flores, hojas o seres “inanimados”, imprimiéndoles gestos, reacciones y sentimientos casi humanos con mucho humor.
Las Silly Symphonies sirvieron de valiosísimo laboratorio de pruebas para los futuros largometrajes animados que harían grande al estudio del tío Walt, una inmejorable escuela para afrontar el mayor reto que empezaría con Blancanieves y los siete enanitos en 1937 y alcanzaría su mayor cota en el aspecto musical con Fantasía (1940).
En este campo de experimentación, Disney haría pruebas para promover y perfeccionar la animación, mejorando procesos, efectos especiales, nuevas técnicas de animación en color, integración de las historias, storyboards, cámaras multiplano, métodos de animación más real dibujando los personajes a través de la captación de movimientos directamente de humanos, y la sincronización entre dibujos y música.
Muchos de esos experimentos fueron reconocidos por la industria del cine, que otorgó a Disney siete Oscar al Mejor Cortometraje Animado durante seis años seguidos. Irónicamente, el tremendo éxito de Blancanieves supuso el certificado de defunción de las Silly Symphonies.

La idea de las Silly Symphonies surgió de Carl Stalling, compositor y director musical del estudio, amigo personal de Disney y del principal animador y mente genial, Ub Iwerks. Disney viajó a Nueva York a mediados de 1928 para concertar un acuerdo de distribución de sus nuevos dibujos animados de Mickey Mouse y grabar la banda sonora de Steamboat Willie, el corto en el que debutaría el ratón en noviembre de ese año.
Allí visitó a Stalling, quien en una de sus habituales charlas, le confesó que estaba cansado de escribir música que encajara con la acción y los gags predeterminados de la animación de sus primeros cortos, y le propuso crear una serie de cortometrajes que combinaran dibujos animados con música, impulsando un nuevo concepto de animación dictada por el flujo musical. “Él pensó que me refería a canciones ilustradas, pero yo no tenía eso en mente en absoluto”, contó Stalling.
Para empezar, le sugirió utilizar piezas de la música clásica, aplicada a unos esqueletos que bailaran en un cementerio.
“La danza del esqueleto se remonta a mis tiempos de niño”, recordaba Stalling. “Cuando tenía ocho o diez años, vi un anuncio en la revista The American Boy de un esqueleto que bailaba, y conseguí que mi padre me diera 25 centavos para comprarlo. Resultó ser un recorte de cartón de un esqueleto con articulaciones sueltas, colgado de una cuerda de dos metros bajo las axilas. Bailaba cuando los niños tiraban de cada extremo de la cuerda. Desde que era niño, había querido ver esqueletos de verdad bailando y siempre me había gustado ver números de baile de esqueletos en el vodevil”.[1]
En realidad, el baile de esqueletos ya tenía algunos antecedentes en el cine. Uno de los primeros films de la historia es Skeleton Dance, Marionettes de 1898 dirigido nada menos que por Thomas Alva Edison, y también Louis Lumière, ese mismo año, había producido Le squelette joyeux. Más tarde, Georges Méliès introdujo un baile de esqueletos en Les Palais des Milles et une Nuits (1905).


Pero además, tanto estas cintas pioneras como The Skeleton Dance de Disney estaban influenciadas por el melodrama gótico del siglo XIX y los fantasmas y demonios de las leyendas populares que ya se habían consolidado como temática permanente en la literatura de la época, desde Dickens hasta Poe.
Disney se entusiasmó de inmediato con la propuesta de Stalling, y le pidió a Iwerks que empezara a trabajar en ello. Iwerks fue a la Biblioteca de Los Angeles para recabar información e ideas para los dibujos. En unos libros encontró una serie de fotos de esqueletos danzantes dibujados en las paredes de antiguas tumbas etruscas, y algunas reproducciones de pinturas del ilustrador británico Thomas Rowlandson. Volvió al estudio y se puso a trabajar en bocetos preliminares.
Así nació The Skeleton Dance, el cortometraje piloto de la serie que, según los registros de Roy Disney, costó unos 5.485.40 dólares. Iwerks realizó toda la animación del corto durante casi seis semanas, comenzando en enero de 1929, asistido por su colaborador Les Clark, quien animó personalmente la escena en la que uno de los esqueletos usa a otro como xilofón tocándolo con sus propios huesos. La dirección corrió a cargo del propio Disney.
“Para el nombre de la serie”, recordaría Stalling, “yo sugerí que no se usara la palabra ‘música’ o ‘musical’…pero sí podíamos usar la palabra ‘symphony’ junto con alguna palabra humorística. No sé quién la propuso, pero Walt me preguntó: ‘Carl, ¿cómo te suena Silly Symphony?’. Yo dije: ‘Perfecto!”.[2]
Stalling compuso una partitura original en parte inspirada en la “Marcha de los enanos” (March of the Dwarfs) perteneciente a la Suite lírica Opus 54 compuesta entre 1889 y 1891 por Edvard Grieg, debidamente adaptada, y el desarrollo en el corto es un claro ejemplo de la técnica del famoso “mickey mousing”, la perfecta sincronización de música e imagen siguiendo los movimientos al milímetro.
Aunque muchos afirman que también adaptó la “Danse macabre”, compuesta en 1874 por el francés Camille Saint-Saëns, considero que se trata de un error. Personalmente, no encuentro en el cortometraje un solo compás o acorde que se pueda relacionar musicalmente con esa pieza, a pesar de haberlo visto y escuchado varias veces comparándolo con la obra de Saint-Saëns. Stalling explicó a los investigadores Michael Barrier, Milton Gray y Bill Spicer durante una entrevista en junio de 1969, que la base de la partitura era un foxtrot en clave menor.
Lo que está claro es que el concepto del corto sí está inspirado en la “Danza macabra”. Veamos. La pieza de Saint-Saëns está inspirada en un poema de Henri Cazalis basado, a su vez, en una antigua leyenda francesa sobre la llegada de la Muerte en la medianoche del Día de los Difuntos, convocando a los muertos para que salgan de sus tumbas y bailen para ella mientras toca su violín. Los esqueletos bailan al ritmo de la música hasta que el gallo canta la llegada del amanecer, momento en el cual deben volver rápidamente a sus tumbas hasta el próximo año.
Peer Gynt – «March of the Dwarfs» – music by Edvard Grieg


Danse macabre – music by Camille Saint Säens
La “Danse macabre” de Saint-Saëns comienza con un reloj dando las campanadas de medianoche, representado por unas notas repetidas del arpa, y termina con el canto de un gallo, representado sutilmente por el oboe, que provoca la desbandada de las tétricas y juerguistas osamentas corriendo de vuelta a sus tumbas.
En The Skeleton Dance aparece al principio un campanario con un reloj, y al final el gallo y los esqueletos en una cómica y atolondrada carrera de regreso a la sepultura. La “Danza macabra” fue la primera obra orquestal en la que se utilizó el xilófono, que ocupa un lugar destacado en la “Danza de los esqueletos” de Disney.
Además, en la “Danse macabre”, el Espectro de la Muerte está representado por un violín solista ejecutado con una singular disonancia, que en la música antigua se conocía como el “diabolus in musica” (el diablo en la música), que los compositores eclesiásticos trataban de evitar, por razones obvias. En The Skeleton Dance, uno de los esqueletos toca la cola de un gato negro como si fuera un violín, utilizando dos huesos a modo de arco. Si bien el sonido no es ni parecido al del violín de la “Danza macabra”, simbólicamente se aproxima a esa idea.
Danny Elfman utilizaría el “diabolus in musica” con un violín chirriante y disonante en varios pasajes de la partitura que compuso para Beetlejuice (1988) de Tim Burton, seguramente inspirado en la “Danse Macabre” de Saint-Saëns. La banda sonora de The Skeleton Dance se grabó en el estudio Cinephone del empresario Pat Powers, en Nueva York, en febrero de 1929, junto con el quinto cortometraje de Mickey Mouse, The Opry House.
Beetlejuice – «The Book / Obituaries – music by Danny Elfman

El preestreno de The Skeleton Dance se produjo en marzo de 1929 y no tuvo la recepción que Disney esperaba. Los dueños de los cines no veían viable ese tipo de cortometrajes sin la inclusión de personajes que ya tuvieran éxito asegurado, como Mickey Mouse, y rechazaron la idea, además, por resultar demasiado “macabra”.
Como recuerda la hija de Walt, Diane Disney Miller: “Papá no se desanimaba fácilmente. Llevó La danza del esqueleto a un amigo que dirigía el United Artists Theater de Los Ángeles y le pidió que la viera. ‘Esta mañana estamos viendo otras cosas’, dijo el hombre, ‘y le diré a mi ayudante que le eche un vistazo. Acompáñale’”.
Finalmente, y tras varios rechazos, convenció a Samuel L. Rothafel, un reconocido empresario de Broadway que dirigía el prestigioso Roxy Theater de Nueva York, para estrenar el corto en su enorme teatro neoyorquino. Luego se proyectó en el Carthay Circle junto con el largometraje Four Devils (1928) de Murnau a partir del 10 de junio de 1929. Fue el primer dibujo animado programado en ese teatro, que acogería más tarde los estrenos en Hollywood de Blancanieves y los siete enanitos y Fantasía.

Las Silly Symphonies habían llegado para quedarse. Si quieres saber más solo tienes que entrar en el siguiente enlace para leer la segunda parte de este artículo y conocer la historia de la música de las Silly Symphonies más destacadas.
Durante diez años, los estudios Disney produjeron sin descanso las Silly Symphonies (Sinfonías tontas), una serie de 75 cortometrajes de dibujos animados en las que se experimentó con distintas técnicas visuales y se perfeccionó el aspecto sonoro, otorgándole a la música una función narrativa y de caracterización de los personajes hasta ese momento…
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