
Malcolm Arnold
BIOGRAFIA
Una vida entre la genialidad y la esquizofrenia
Northampton, Inglaterra - 21 de octubre de 1921 / Norwich, Norfolk, Inglaterra - 23 de septiembre de 2006 (84 años)
Sir Malcolm Henry Arnold, trompetista, conductor y compositor, fue uno de los máximos exponentes de una extraordinaria generación de grandes compositores británicos que lideraron la música de la segunda mitad del siglo XX.
Miembro de una familia de clase media acomodada, el menor de cinco hermanos, tenía una relación muy cercana con Ruth, su hermana mayor, que le transmitió su pasión por la música. Su padre tenía una fábrica de zapatos por lo que Malcolm no pasó penurias económicas y pudo educarse musicalmente, ya que la familia tenía tradición musical pues el abuelo era maestro de música en la capilla de la iglesia de Northampton, y su tío le consiguió lecciones del organista de St. Matthew, la iglesia de su ciudad.
A los doce años se sintió impactado al escuchar en Bournemouth a Louis Armstrong en vivo, lo que lo llevó enseguida a tomar clases de trompeta con Ernest Hall, uno de los trompetistas más importantes de la época y miembro de la Orquesta Sinfónica de la BBC. En 1941, a los veinte años, y luego de casarse con Sheila Nicholson, fue aceptado como segundo trompeta en la Orquesta Filarmónica de Londres, y en 1943 fue ascendido a trompeta principal. La Segunda Guerra Mundial lo puso entre la espada y la pared, ya que, como muchos de los compositores de la época, fue un pacifista que se declaró objetor de conciencia y se negó a alistarse.
Sin embargo, uno de sus hermanos resultó muerto en combate, y las personas de su entorno lo presionaron para que se aliste como voluntario, cosa que hizo en 1944, pero ya su mente comenzó a jugarle malas pasadas y, por razones que nunca llegaron a aclararse, se pegó un tiro en un pié, lo que le ocasionó una lesión que lo dejó fuera del frente de batalla.
Al regreso de la contienda, entre 1945 y 1946, volvió a la Sinfónica de la BBC, otra vez como segundo trompetista al lado de su maestro Ernest Hall, y luego a la Filarmónica de Londres, permaneciendo hasta 1948, experiencias que le otorgaron un amplio conocimiento de la instrumentación y, al mismo tiempo, la posibilidad de participar en obras de grandes compositores como Bartok, Gershwin, interpretar sinfonías de Mahler, y tocar bajo la dirección de monstruos sagrados como Leonard Bernstein, desarrollando su innata capacidad de orquestador en la que se destacaría.
Su prestigio creció y rápidamente fue reconocido como uno de los trompetistas británicos más importantes del momento, pero él desdeñaba de la ejecución y quería perfeccionarse en la composición, campo en el que había estudiado con Gordon Jacob en el Royal College of Music de Londres.
Su primera obra sería la obertura Beckus the Dandipratt, que compone en 1943 y que grabaría con la Orquesta Filarmónica de Londres, ejecutando él mismo la trompeta, sumándose luego algunas piezas de cámara, y abandonando acto seguido su actividad como intérprete. A partir de allí, se dedicaría a la composición en forma exclusiva.

Sin embargo, cuando todo parecía indicar que estaba cumpliendo su sueño en una primera etapa de su carrera, que podríamos llamar “dorada” entre los años 50 y 60, se encontró con que su música, según la crítica, estaba ubicada fuera del momento histórico musical, que aplaudía la atonalidad, el serialismo y las corrientes vanguardistas que se venían imponiendo en los círculos de música culta.
Arnold mantenía su estilo romántico, tonal, de características melódicas y populares, continuando en la tónica de Holst, Copland, Shostakovich y Richard Strauss, de los que bebía continuamente, renegando de la nueva onda musical en auge. Las críticas despiadadas que recibió, sumadas a los problemas personales (su tercer hijo autista sufría ataques mentales), y a su personalidad depresiva y propensa a la autodestrucción (a los 20 años le habían diagnosticado esquizofrenia), lo llevaron al alcoholismo, al divorcio y a un intento de suicidio en 1975.
Entre 1979 y 1984 fue internado en el hospital psiquiátrico de St. Andrews, debido a una profunda crisis mental que obligadamente lo alejó de la música. Pese a los cuidados, intentó nuevamente suicidarse, incomprendido por su familia y sus hijos, con los que se enemistó, y al ser dado de alta tiempo después, quedó prácticamente en la indigencia, de la que lo salvó un nuevo amigo, Anthony Day, un asistente social que generosa y desinteresadamente lo alojó en su apartamento y lo ayudó a recomponerse económicamente, convirtiéndose en su tutor y manager comercial.
La reina Isabel II de Inglaterra le otorgó en 1993 el título de Sir, y ese galardón hizo que Arnold saliera de su ostracismo y comenzara a recibir múltiples y variados homenajes, como el doctorado honorario de la Universidad de Northampton por su carrera musical, y una suerte de reconocimiento del mundo de la música inglesa, en un intento, tardío, de compensar tantos años de destrato.
La crítica especializada, sin embargo, aún no ha terminado de asimilar la producción musical de este gran músico, y se divide entre quienes lo ponderan como genio y quienes lo denostan por considerarlo un compositor con una negativa facilidad para crear melodías simplonas de aceptación popular.
Desde 2002 la salud de Malcolm Arnold no hizo más que deteriorarse. Murió en 2006 en un hospital de Norwich, Norfolk, Inglaterra, a los 84 años, de una infección pulmonar, unas pocas semanas antes de la celebración del Malcolm Arnold Festival, que se convirtió en un homenaje a su vida y su música.

Su música para el cine
Desde que se puso a componer, además de su trabajo para la música formal, Arnold logra ingresar en el ambiente cinematográfico en 1947 a través de una serie de documentales de posguerra, con los que de inmediato se destaca por sus melodías efectistas y por la velocidad en la que compone.
Escribe también para radio y teatro durante ese período, logrando comunicar emoción y sentimiento a los personajes mediante el empleo de un estilo sencillo e identificable, que hace que su música sea aceptada popularmente.
En 1948 compone su primera partitura para el cine, Badger’s Green (1949) una comedia de John Irwin, y durante la década del 50 conoce al célebre director David Lean, de quien se hace amigo íntimo y se convierte en su compositor preferido, creando las bandas sonoras de “The Sound Barrier” (La Barrera del Sonido, 1952), “Hobson´s Choice”(El déspota, 1954) y la ganadora de siete Oscar “The Bridge on the River Kwai” (El puente sobre el Río Kwai, 1957), con la que Arnold se alzaría con la estatuilla por su soberbio score que, curiosamente, escribió en tan sólo diez días.
The Sound Barrier – A Rhapsody for orchestra Op.38 – London Symphony Orchestra – Richard Hickox conductor
Hobson’s Choice – Overture and Shoe Ballet -London Symphony Orchestra – Richard Hickox conductor

También le pondría música a Trapecio 1956, Dunkirk 1958, The Roots of Heaven 1958, Nine Hours to Rama 1963, The Thin Red Line 1964 y The Heroes of Telemark 1965, entre otras.
La posada de la sexta felicidad (Inn of the Sixth Happiness), es otra de sus bandas sonoras más famosas, por la que obtuvo el Premio Ivor Novello a mejor banda sonora en 1958. Para la película, dirigida por Mark Robson y protagonizada por Ingrid Bergman y Cürd Jurgens, Arnold arregla la canción tradicional inglesa “Knick Knack, Patty Wack” con una brillante orquestación, convirtiéndola en una de sus melodías más populares.
The Inn of the Sixt Happiness – «Happy Ending/Mountain Crossing/The Children» – London Symphony Orchestra – Richard Hickox conductor

En colaboración con Buxton Orr, logra el premio a mejor banda sonora por Suddenly, Last Summer (Arg. De repente en el verano, Esp. De repente, el último verano, 1959) de Joseph L. Mankiewicz, en el certamen de los premios Laurel.
Al año siguiente, su amigo David Lean le propone componer la música para su celebérrima Lawrence de Arabia, pero insólitamente Arnold se niega, lo que provoca tal disgusto en Lean que no vuelve a dirigirle la palabra, rompiéndose así una de las duplas director-compositor más recordadas de la historia de la cinematografía.
De igual manera, rechaza la propuesta de Stanley Kubrick para escribir la partitura original de 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), que luego el polémico realizador le ofrece a Alex North. Este la compone en dos semanas, la entrega y se entera en el mismo estreno que su trabajo no había sido usado, sino que Kubrick había incorporado música clásica a las escenas, en una decisión que, sin perjuicio del destrato al prestigioso compositor americano, resultó ser más que efectiva. Arnold, años después, no dejaría de arrepentirse de estas erróneas decisiones.
Tras componer más de cien bandas sonoras con las que cosechó prestigio y dinero, Arnold cerrará su carrera en 1970 con The Reckoning de Jack Gold, y con la TV Movie de Delbert Mann, “David Copperfield”, con Richard Attenborough, por la que sería también muy recordado, pese a que su deseo siempre fue el de ser reconocido por su producción de música seria.
David Copperfield Main Titles – Malcolm Arnold

Arnold y la música clásica
Por cierto que fue extensa su producción musical en este aspecto. Entre 1949 y 1986 compuso nueve Sinfonías que constituyen piezas importantes del sinfonismo británico, en las que refleja sus estados de ánimo, por lo que hay quienes las consideran una verdadera autobiografía, y deja entrever la influencia de Shostakovich, a quien conoció en el Festival de Primavera de Praga de 1957, haciéndose amigos.
No por nada se ganó el mote de “Shostakovich inglés”. También lo influenciaron Berlioz, Britten, su amigo William Walton, gran compositor inglés de bandas de sonido, y Gustav Holst, especialmente por su obra Los Planetas.
Su Quinta Sinfonía recibió críticas tan despiadadas que Arnold se vio seriamente afectado y decidió sacarla de circulación, hasta que en 1970, y a través de la edición de una grabación dirigida por él mismo, obtuvo un reconocimiento popular que derivó en críticas positivas, logrando una suerte de reivindicación.
Malcolm Arnold Symphony No. 5: III – Con fuoco
Compuso también varias oberturas entre las que destacan Peterloo (1967) como homenaje a las víctimas de la masacre política del siglo XIX en Irlanda, y la cómica A Grand, Grand Overture (1956), en la que innovó incluyendo, entre los instrumentos, una pulidora de pisos, aspiradoras y disparos.
Peterloo Overture Op 97 – Malcolm Arnold
Asimismo, demostró gran versatilidad al ayudar en 1969 a Jon Lord, el famoso tecladista de la banda de rock progresivo Deep Purple, a orquestar su célebre Concierto para Grupo y Orquesta, el primer intento de mezclar música clásica con rock en vivo. La crítica especializada rechazó el trabajo de Arnold, considerando que se bastardeaba la música culta, pero éste mantuvo su compromiso con Lord y cumplió la tarea, demostrando coraje y personalidad.
Para diversos conciertos conmemorativos o ceremoniales y por encargo de la BBC, compuso una serie de Danzas orquestales, de estilo ligero, que fueron muy populares en su momento: las Danzas escocesas, galesas, irlandesas y las denominadas “cornish”.
La producción musical de Arnold incluye además, obras de Cámara como la Sonatina for Clarinet and Piano op.29 de 1951, con reminiscencias jazzísticas, que compusiera para su amigo clarinetista inglés Jack Thurson, así como el quinteto para vientos Three Shanties y el trío Divertimento for flute, clarinet and oboe, y también una veintena de conciertos para diferentes instrumentos dedicados a distintos músicos: Benny Goodman, Lloyd Webber, Yehudi Menuhin, y Julian Bream.
En el año 2000 la discográfica Chandos, dedicada a la difusión de música clásica, editó un CD encargado por la BBC, en homenaje al 70 cumpleaños del compositor, en el que la London Symphony Orchestra dirigida por Richard Hickox, interpreta suites de las bandas sonoras de The Bridge on the River Kwai, The Inn of the Sixth Happiness, Whistle Down the Wind, Hobson’s Choice y The Sound Barrier, con una calidad técnica y musical encomiable.

Pese a su deseo de quedar en la historia de la música culta, Malcolm Arnold es y será recordado por su valioso aporte a la Música de Cine.
Eduardo J. Manola, 16 de febrero de 2019

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