
Reseña.
¿Por qué, una obra del calibre de Doctor Zhivago, que reunía todos los elementos usualmente requeridos por la Academia para coronar su éxito, no logró inclinar la balanza en la entrega de los Oscar de 1966? No bastó el prestigio del realizador, ni el talento de sus colaboradores habituales, veteranos de probada experiencia de sus anteriores monumentales y multipremiadas superproducciones, ni la acertadísima selección de un casting soberbio, una magnífica mezcla de los más sólidos actores.
DOCTOR ZHIVAGO (1965)
David Lean abatido por una novicia rebelde (*)
por Eduardo J. Manola
La ceremonia de los Oscar del 18 de abril de 1966 en el auditorio de Santa Mónica trajo otra de las cada vez más habituales sorpresas que nos depara la Academia de Hollywood. Dos películas detentaban 10 nominaciones y los premios serían repartidos entre ambas de manera salomónica, y no exenta de cierta inequidad, 5 para cada una. Una era Doctor Zhivago. La otra, Música y lágrimas (The Sound of Music), una historia romántica con trasfondo musical que, en su intencionada y criticada ingenuidad, retrotraía el género a la más clásica y tradicional época de oro de los musicales de la MGM, aún siendo producción de la Fox, se quedó con los galardones más importantes: mejor película, director[1], música adaptada, sonido y montaje. El año anterior, 1965, había sido el de las comedias musicales. Mi bella dama había ganado el premio a Mejor Película, y Julie Andrews a Mejor Actriz por Mary Poppins. 1966 no hizo más que confirmar la tendencia.
Dirigida por Robert Wise, que ya había obtenido el Oscar en 1962 por West Side Story, un musical más reaccionario y renovador, Música y lágrimas logró conmover al público, y pese a que la historia verídica de la familia Trapp escapando de los nazis tenía un sabor añejo, odioso a los críticos, los electores se decantaron por esta producción en detrimento de Doctor Zhivago, la espectacular epopeya del célebre David Lean. Haciendo gala de su talento y maestría intactos, el genial cineasta acometió con éxito la tarea de adaptar la novela de Boris Pasternak, de muy difícil traslado a la pantalla, y plasmó con refinado lenguaje cinematográfico y bellísimas propuestas visuales, la sensibilidad de los personajes y el lienzo histórico de una Rusia agitada.


Entonces, cabría cuestionarse las causas por las que una obra de semejante calibre, que reunía todos los elementos usualmente requeridos por la Academia para coronar su éxito, no logró inclinar la balanza. No bastó el prestigio del realizador, ni el talento de sus colaboradores habituales, veteranos de probada experiencia de sus anteriores monumentales y multipremiadas superproducciones. Ni la acertadísima selección de un casting soberbio, mezcla de los más sólidos actores de carácter británicos como Alec Guinness y Ralph Richardson, la consolidada estrella egipcia Omar Sharif, y la sorprendente, y también inglesa, Julie Christie, que con tan solo 24 años y una belleza deslumbrante, tejió una interpretación memorable, que insólitamente no mereció nominación. Christie fue sí nominada a Mejor Actriz por su papel en Darling, otra de las candidatas a Best Picture, y se alzó con el Oscar en esa categoría, desbancando a la otra Julie (la Andrews), que corría con ventaja por su meteórica y ya oscarizada carrera.

Quizás el marcado tono anticomunista de Doctor Zhivago, que no fue obstáculo para David Lean, apoyado en el brillante guión de Robert Bolt, conspiró negativamente en la premiación. Se le criticó asimismo, la supuesta romantización y trivialización de la revolución rusa a través de la historia de amor entre Zhivago (Omar Sharif) y Lara (Julie Christie). Y es probable también que la película fuera percibida como un producto rancio, algo vetusto y oscuro tanto en su conceptualización como en su puesta en escena, contrastando con la luminosidad y frescura de Sonrisas y lágrimas, que con las pegadizas canciones de la dupla Rodgers & Hammerstein[2], y la voz y carisma indiscutibles de una Julie Andrews entrañable, tal vez supo interpretar mejor lo que la gente quería ver. Acaso también Lean había elevado la vara de excelencia tan alto con su Lawrence de Arabia, que con sus siguientes obras no quedaba sitio para la superación.
William Wyler, nominado por El coleccionista, le sugirió a su colega británico que no esperara ganar nuevamente el Oscar, “nunca te lo entregan por tres películas seguidas.” Tuvo razón. Pero así y todo, Doctor Zhivago se llevó las estatuillas por la escenografía de John Box, la fotografía en color de Freddie Young, el vestuario de Phyllis Dalton, el guión adaptado de Robert Bolt, y la extraordinaria música original de Maurice Jarre, con el inolvidable tema de Lara como legado inmortal.
Suena extraño que la suma de esos premios en categorías tan esenciales para la estructura de un film no resulte en la obtención del premio mayor de Mejor Película. Es que las matemáticas, muchas veces, no funcionan para la Academia. Dos más dos no son cuatro.

Estados Unidos, 1965. T.O.: “Doctor Zhivago”. Director: David Lean. Productores: Arvid Griffen, Carlo Ponti. Guión: Robert Bolt (basado en la novela de Boris Pasternak). Fotografía: Freddie Young. Música: Maurice Jarre. Intérpretes: Omar Sharif, Julie Christie, Geraldine Chaplin, Rod Steiger, Alec Guinness, Tom Courtenay, Ralph Richardson.

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Nominada a diez Oscars de la Academia, de los cuales ganó cinco, y basada en la novela de Boris Pasternak, Doctor Zhivago fue el siguiente proyecto monumental de David Lean, tras la extraordinaria Lawrence de Arabia. Para la música, el magistral cineasta británico volvió a confiar en el francés Maurice Jarre, que había saltado a la fama y el reconocimiento internacional con su partitura para aquella obra maestra del cine épico, y tendría que pasar de la arena a la nieve.
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