No sé en la vida real, pero en The Glenn Miller Story (Anthony Mann, 1953) el protagonista se pasa hasta el minuto 67 atormentado porque no encuentra “ese sonido” que daría personalidad a su orquesta. Pero el destino (o el guionista) se lo ponen en bandeja: en un ensayo el trompetista se rompe el labio y Glenn Miller rehace los arreglos, sustituyendo trompeta por clarinete.
Y, mira por dónde, esa era la clave. Con este cambio en «Moonlight Serenade», Glenn Miller consiguió hechizar a millones de norteamericanos y después al resto del mundo. Así que, a partir del minuto 68, todo es un camino de rosas. La película podría terminar muy bien, de no ser por ese avión que el célebre trombonista nunca debió tomar.