En 1971, mucho antes de que los productores italianos Dino y Raffaela De Laurentiis asumieran en 1983 la efectiva realización de Dune, la adaptación al cine de la exitosa novela fantástica de Frank Herbert, el proyecto había estado en la mira de la Apjac International, del célebre productor californiano Arthur P. Jacobs, que había triunfado con El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968), dirigida por Franklin J. Schaffner, y había producido sus secuelas. Jacobs le había pagado una considerable suma a Herbert por los derechos de la novela para llevarla a la pantalla, pero falleció en 1973, antes de poder iniciar siquiera una preproducción.
En diciembre de 1974, un consorcio empresario francés liderado por Jean-Paul Gibon se interesó por los derechos cinematográficos y se los compró a los herederos de Jacobs. El productor galo Michel Seidoux, integrante de ese consorcio, captó la atención del cineasta chileno Alejandro Jodorowsky, de conocida trayectoria en la vanguardia y con una vena surrealista que lo hacía muy interesante, dada su particular visión del proyecto, que tomó con mucha seriedad e intentó impregnar la adaptación con su postura anti-católica, exacerbando la sustancia mística y mesiánica que ya regaba la novela de Herbert.
Se rodeó de artistas como Dan O’Bannon, H. R. Giger, Chris Foss, Moebius y Richard Corben, para desarrollar la personal concepción estética y visual que pretendía plasmar en Dune, y convocó al célebre pintor surrealista Salvador Dalí como supervisor de la dirección artística.