Hay varias películas que registran dos diferentes bandas sonoras dependiendo del país o la zona geográfica en la que se proyecte. Una de ellas es Le grand bleu, la ya célebre cinta del multipremiado realizador francés Luc Besson, protagonizada por Jean Reno, Rosanna Arquette y Jean Marc Barr.
La música original del film fue compuesta por el también parisino Eric Serra, que cuenta con una importante carrera en la música cinematográfica, con obras excelentes como Nikita, Subway, León, The Fifth Element y Joan of Arc (todas ellas nominadas al César) y todas ellas para su amigo Besson. También fue uno de los compositores no-británicos que escribió música para la saga de Bond, concretamente para el film Goldeneye, banda sonora que generó gran polémica en su momento, con fanáticos y detractores a la par.

Por Le grand bleu, ganó el premio César a mejor música en 1989, y esa partitura fue venerada por generaciones.
Pues bien, en una decisión bastante inentendible a nivel musical, pero muy habitual por razones comerciales y de venta, la producción de Le grand bleu lanzó en su momento una versión para el mercado norteamericano que incluía algunas modificaciones, como un final diferente y el reemplazo de la banda sonora de Serra por una totalmente nueva compuesta por el prestigioso compositor estadounidense Bill Conti.

El célebre creador de la extraordinaria música del Rocky de Stallone, y de scores inolvidables como el de la saga de El Karate Kid, o Evasión o victoria (1981), F.I.S.T. (1978), Elegidos para la gloria (The Right Stuff, 1983) o las series Dinastía y Falcon Crest, también había escrito la banda sonora de otra película Bond, Solo para sus ojos (Only for Your Eyes, 1981).
Para The Big Blue (así se llamó versión americana), Conti no trató en absoluto de imprimirle su estilo, sino que se limitó a escribir una partitura en la misma onda de la compuesta por Serra, con sonidos de profundidades marinas y delfines, con predominio del sintetizador y creando una atmósfera acuática que ya existía en la versión original del músico francés.
Nada de originalidad, nada de novedoso. Un trabajo bien hecho pero claramente desprovisto de motivación, tras el que cabe preguntarse: ¿era necesario?
Eduardo J. Manola – 19 de octubre de 2021