
La década del cincuenta fue prolífica en la producción de películas de Ciencia Ficción de bajo presupuesto, y El coloso de Nueva York estaba en esa lista de modestos productos que completaban las matinees de las salas de cine en proyecciones “en continuado”. Van Cleave, un artesano experimentado y todoterreno, fue el encargado de ponerle música y lo hizo de una manera tan austera que sorprendió por lo original y arriesgado de su propuesta.
THE COLOSSUS OF NEW YORK (1958)
El coloso de Nueva York
Van Cleave: Minimalismo robótico al piano
por Eduardo J. Manola
The Colossus of New York – «Main Titles / Machinery» – music by Nathan Van Cleave
Basada libremente en la leyenda del Golem y con claras reminiscencias del Frankenstein de Mary Shelley, El coloso de Nueva York, producida por Paramount y el veterano de la ciencia ficción William Alland, y dirigida por Eugène Lourié, cuenta la trágica historia de Jeremy Spensser (Ross Martin), un joven y brillante científico, proveniente de una familia neoyorquina de científicos y humanistas, que muere atropellado por un camión justo en la víspera de ganar el «Premio Internacional de la Paz» por su trabajo sobre nuevas fuentes de alimentación para el mundo, dejando una esposa, Anne (Mala Powers), y un pequeño hijo, Billy (Charles Herbert).
William Spensser (Otto Kruger), padre de Jeremy y célebre neurocirujano, destrozado por la muerte de su hijo y angustiado por el incontrastable hecho de que la humanidad y la ciencia se quedarían sin los dones de Jeremy, trasplanta su cerebro (que había mantenido con soporte vital) a un robot (el coloso), con la ayuda de su otro hijo, Henry (John Baragrey), experto en automatización.

Recluido durante casi un año en el laboratorio de Jeremy, y privado del contacto humano normal, el robot continúa en secreto sus experimentos, mientras su mente se trastoca y comienza a perder lentamente su humanidad, asesinando a su hermano al descubrir que este se ha enamorado de Anne, y tratando de convencer a su padre de la inutilidad de proporcionar alimentos a «los habitantes de los barrios bajos del mundo», cuando es «más sencillo y más sabio deshacerse de ellos».
Al mismo tiempo, el coloso adquiere poderes inexplicables, como el control mental de los humanos y un rayo de la muerte que emana de sus ojos. Totalmente descontrolado, mata a varias personas en el edificio de las Naciones Unidas, y será su hijo Billy quien se le enfrente y logre que la mente de Jeremy recupere su autocontrol el tiempo suficiente para indicarle cómo desconectar y destruir el cuerpo del robot.


The Colossus of New York – «Jeremy is Killed» – music by Nathan Van Cleave
Uno de los aspectos más interesantes de este típico exponente de la SciFi norteamericana de Clase B de los cincuenta, es su inusual partitura, compuesta por Nathan Van Cleave, veterano de la radio y la televisión (medio este último en el que participó en infinidad de series, la más célebre The Twilight Zone), para la que descartó el empleo de las cuerdas y de una orquesta sinfónica, que era lo usual, para centrarse en un único instrumento, el piano, entendiendo que con ello se adecuaría a la fotografía en blanco y negro de la película. En realidad, Van Cleave utilizó tres pianos ejecutados por tres teclistas, apoyados en breves pasajes por un órgano y una celesta.
Esta decisión conceptual de Van Cleave hizo que El coloso de Nueva York se acercara musicalmente a una película muda, aún cuando tuviera diálogos y efectos sonoros. El principal de esos efectos, es un fuerte y continuo zumbido electrónico del robot y de los equipos del laboratorio, que llega a convertirse en una presencia molesta, mientras los pianos de Van Cleave intentan construir un contrapunto en busca del subtexto de la historia, en lugar de duplicar lo que mostraban las imágenes, eso que Leonard Rosenman denominaba la «suprarrealidad».

Por cierto que ya desde los siniestros acordes del título principal se puede advertir la influencia del “Concerto Macabre” que Bernard Herrmann compuso para Hangover Square (1945), pero la música de Van Cleave se diferencia por no seguir los cánones de lo que podríamos llamar una partitura modélica del género al «estilo Universal” de la época, que solía apoyarse en los metales cacofónicos y en el uso del theremin o las Ondes Martenot.
Si bien la partitura es ajena a la melodía, no se rinde al dodecafonismo de Schöenberg, creando armonía y ambiente con los tres pianos, utilizando la celesta como instrumento para Billy y el órgano como material de partida para la fiesta y el funeral. Por su parte, el “Main Titles/Machinery” que abre la película con potentes acordes del piano sobre la imagen del horizonte de Nueva York, bien podría ser el comienzo de un concierto para piano de Shostakovich.

Van Cleave pasó gran parte de su carrera como orquestador, trabajó para George Gershwin, Neil Hefti y la CBS, fue alumno de Joseph Schillinger, y fue contratado para incorporar un arreglo de la canción clásica francesa «Plaisir d’Amour» (escrita en 1784 por Jean-Paul Égide Martini), a los títulos principales de La Heredera (The Heiress, 1949), cuya partitura original compuso Aaron Copland quien, enojadísimo, rechazó el Oscar que le otorgó la Academia.
En El coloso de Nueva York, como en muchas otras partituras, Van Cleave trabajó muy estrechamente con su amigo y protegido, el compositor y arreglista Fred Steiner, quien realizó sus arreglos de piano sobre el material melódico de aquel y aportó alguna música propia. «Sospecho que se trataba de un presupuesto muy, muy reducido. Supongo que me necesitaba para colaborar y que tenía que haber algo de dinero reservado para mí», recordaba Steiner. “La partitura contaba con tres pianos de cola y creo que también utilizamos un piano vertical para variar el color».

The Colossus of New York – «Finale» – music by Nathan Van Cleave
Van Cleave creó una de las partituras de ciencia ficción más sorprendentemente originales jamás escritas, centrando su tarea en delinear la atracción hipnótica y potencialmente terrorífica de la inteligencia superior de ese cerebro atrapado en ese coloso trágico y deshumanizado, con un enfoque que sigue siendo bastante desconcertante por lo rupturista y que, más allá del bajísimo presupuesto asignado y al que tuvo que ceñirse (algo a lo que por cierto estaba muy acostumbrado), consiguió dotar de verdadera inspiración, dando como resultado la que probablemente sea la única partitura de piano solo que ha adornado una película de criaturas.
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