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FRANZ WAXMAN: 100 saxofonistas para UN LUGAR EN EL SOL

En 1951 el director George Stevens le dio a Elizabeth Taylor un papel adulto con el que sentirse una verdadera actriz. La estrella de los ojos color violeta afirmó en una ocasión que antes de Un lugar en el sol (A Place in the Sun), solo había actuado junto a caballos y perros, en obvia alusión a su participación adolescente en películas como La cadena invisible (Lassie Come Home, 1943) y su secuela El coraje de Lassie (Courage of Lassie, 1946), ambas dirigidas por Fred M. Wilcox, y  Fuego de juventud (National Velvet, Clarence Brown, 1944).

 

Sobre la base de la mítica novela de Theodore Dreiser “An American Tragedy”, ese artesano que fue Stevens moldeó una versión más edulcorada, alejándose intencionadamente de la sordidez del original literario, al mismo tiempo que gestó un vehículo ideal para una pareja de jóvenes, bellos y talentosos actores con un química tal que, no solo justificó algunos primerísimos planos ya legendarios, sino que fue la esencia de una estrecha amistad que solo se cerró ante la prematura muerte de Montgomery Clift.

 

Un lugar en el sol resultó, pese a todo, un melodrama influido por el convencionalismo y el glamour imperante en el Hollywood de entonces, que de todas formas fue premiado con seis Oscars, incluido el de Mejor Director.

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George Stevens en el set de A Place in the Sun con Monty Clift y Liz Taylor

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Sin embargo, la música de Franz Waxman, premiada también con la estatuilla de la Academia, fue en otro camino, aportando al film la carga de tragedia, fatalidad y miserias psicológicas entre las que se debatían los personajes. No es raro, entonces, que a Stevens no le haya gustado la partitura de Waxman, la que consideró “muy alemana”, y le requiriera a Victor Young, que compusiera nueva música para algunas escenas.

 

Young, en ese entonces jefe del Departamento Musical de la Paramount, se negó, por lo que Danielle Amfitheatroff  fue quien en definitiva tuvo que encargarse de ello, aunque a disgusto. Waxman tuvo, tres años después, la oportunidad de tomarse revancha cuando rechazó la propuesta de Stevens para escribir la banda sonora de Raíces profundas (Shane, 1953), que, ahí sí, recayó en Victor Young.

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Waxman escribió para Un lugar en el sol un tema de amor aterciopelado, sugerente y profundamente lírico que supone una de sus mejores creaciones, pero el mayor acierto de su concepción musical para la película radica en la música que aplicó para describir al protagonista George Eastman (Clift), un joven que en su ambicioso objetivo de ingresar en la clase alta se enamora de la rica y bellísima Angela Vickers (Taylor), y lleva a la muerte a su novia, la pobre trabajadora Alice (Shelley Winters).

 

La oscura y desgarrada personalidad de Eastman es subrayada por Waxman mediante la utilización de un saxo alto, con el que éste se obsesionó de tal manera para obtener un registro más agudo de lo normal, más triste, que se enfrascó en una agotadora tarea: realizó pruebas a casi 100 saxofonistas hasta encontrar al que lograra la ejecución adecuada, la que él tenía en mente.

Con idéntico protagonismo del saxo, el compositor alemán describe la huida de George tras el asesinato de Alice, con un impresionante fugato a toda orquesta con, como bien expresa Roberto Cueto en “Cien bandas sonoras en la historia del cine”[1]: “…la figura del saxo alto luchando por imponerse sobre el resto de las sonoridades, que confiere a la escena un auténtico sentido trágico (y no meramente melodramático)…”

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Una verdadera joya de la música cinematográfica y uno de los mejores trabajos de Franz Waxman.

Eduardo J. Manola – 24 de enero de 2021

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Referencias

[1] Cueto, Roberto, Cien bandas sonoras en la historia del cine, Nuer Ediciones, 1996

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Lamberto del Álamo
2 years ago

Interesantísimo comentario. Los desgarradores armónicos del saxo son ciertamente muy expresivos. En cuanto a la anécdota de los 100 saxofonistas, parece algo excesiva, aunque en el excesivo mundo del Hollywood de la época dorada todo era posible.