Antes de romper todos los moldes con su brutal banda sonora de Mad Max (1979), Brian May (que no es el guitarrista de Queen, sino un compositor australiano de música cinematográfica), había irrumpido en el mundo del cine de la mano de su amigo director y compatriota Richard Franklin, para quien había compuesto las partituras para sus películas The True Story of Eskimo Nell (1975) y Patrick (1978).
En 1983, la Universal le encargó a Franklin la dirección de una secuela que creó expectativa por la tremenda entidad de la película original: Psicosis. Era todo un reto realizar Psicosis II, y Franklin buscó apoyarse en su gente de confianza para encarar el proyecto. La música era fundamental, teniendo en cuenta que nada menos que Bernard Herrmann había compuesto la del film de Hitchcock. Sin comentarios.
Franklin confiaba en que May haría un excelente trabajo, y al músico se le abrían las puertas de Hollywood. Sin embargo, a medida que avanzaba la preproducción, la Universal consideró que la película merecía un presupuesto mayor y, por tanto, un compositor de mayor nivel y renombre. Jerry Goldsmith fue el elegido, y nadie podía cuestionar su prestigio. Pero quedaba la incógnita de qué hubiera hecho May con Psycho II y cómo hubiera evolucionado su carrera de haber conseguido el trabajo.


Aunque se había quedado afuera del proyecto, Brian May no se quejó. Era fan absoluto de Goldsmith. Lo insólito, es que años después, el propio Goldsmith se confesó fan de Brian May y declaró públicamente lo impresionado que estaba por las partituras que el compositor australiano había creado para las dos primeras entregas de la saga de Mad Max.
Eduardo J. Manola – 10 de abril de 2022

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